Opinión

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El futuro es ahora y se toma por asalto

A nuestra generación le pertenece el futuro, es cierto, pero el futuro es ahora y se toma por asalto.

Créditos: Cuartoscuro
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Nuestra generación ya no es tan joven, pero la siguen tratando como si lo fuera y estuviera destinada a esperar eternamente para asumir la responsabilidad del país, de la dirección de las empresas, de las universidades, de los trabajos, etcétera. Algo de culpa tenemos en generar esa impresión, pues ante la precariedad y la falta de futuro, en redes sociales abundan los treintones y cuarentones de la clase media urbana añorando su infancia, viviendo de concierto en concierto, jugando videojuegos y coleccionando cosas; aparentando que nos negamos a asumir responsabilidades.

Pero detrás de lo que muestran las redes sociales está una generación que, como ya mencioné en otra columna, carga con gran parte de la economía de este país, con empleos mal pagados, sin posibilidad de jubilarse ni de comprar una casa a mediano o corto plazo (en una de esas ni a largo plazo) y con los problemas de salud mental propios de nuestro tiempo. Muchos ya son padres, otros cuentan con estudios universitarios, otros tantos intentan emprender y la gran mayoría tiene varios trabajos para poder vivir, porque la vida es muy cara. ¿Han visto en cuánto está una renta en la Ciudad de México? ¿En cuánto sale costear un psicólogo y un médico psiquiatra? ¿Cuánto cuesta una guardería si no se tiene una red de apoyo para el cuidado de las hijas y los hijos?

Esta situación contrasta radicalmente con lo que hay en los discursos políticos. Hace no mucho, Luis Donaldo Colosio Riojas, de 38 años, dijo que aún “no es nuestro tiempo”. ¿Entonces cuándo será, a los 50, a los 60? ¿Un profesionista de 37 años, con 15 años de experiencia profesional, debe esperar otros 10 años para aspirar a un mejor puesto? ¿Entonces de quién es el tiempo? ¿De los políticos que llevan más de 30 años en posiciones de poder?

Leo Zuckerman, por ejemplo, celebró el fallido intento de Samuel García a la presidencia de la república, argumentando que, pese a ser gobernador, no estaba listo para “el paquete de las grandes ligas”. ¿Quién sí lo está entonces? ¿Santiago Creel de 68 años? ¿Xóchitl Gálvez de 60 años? ¿Claudia Sheinbaum de 61 años?

En las universidades existe un discurso similar al del envejecido mentalmente de Colosio y al del ya casi sesentón de Zuckerman. Antes de los cuarenta, si tenemos suerte, podemos aspirar a plazas de “jóvenes” académicos; y si no, hay que esperar hasta los cincuenta, a que haya alguna jubilación (que casi no hay) o, lamentablemente, fallezca algún profesor o profesora. En las empresas, lo mismo: los puestos directivos están llenos de gente “experimentada” de 60 años (porque la experiencia antes de los 40 cuenta muy poco) que pueda “soportar la presión de las grandes ligas”. 

Pero, además, si alguien quiere “forzar” el relevo generacional,  se forma un bloque de contención. Prácticamente todas las instituciones tienen reservadas, para nuestra generación, posiciones de subordinación y sólo manteniéndose ahí se puede aspirar, muy medianamente, a algo mejor. En Morena, por ejemplo, las plazas para los jóvenes (en realidad de los ya ni tan jóvenes) se reparten entre los hijos e hijas de políticos y los más serviles.Y si alguien no se cuadra, inmediatamente le cierran el paso, acusando “prisa”, “inmadurez” o “ambición vulgar”.

Recientemente, Mariana Rodríguez, de 28 años, anunció que busca contender para la Alcaldía de Monterrey. Ahora le corresponde demostrar a todos (me incluyo) que puede con la campaña y que tiene lo necesario para gobernar una ciudad tan importante. Pero por el momento, lo que celebro, es que se plante y diga de frente que no se trata de esperar a que llegue “nuestro tiempo”. A nuestra generación le pertenece el futuro, es cierto, pero el futuro es ahora y se toma por asalto, porque nadie nos lo va a regalar.