Opinión

A LA IZQUIERDA

Roger Bartra y las mutaciones de las izquierdas

Hoy el neoliberalismo también mutó y en el proceso derrotó a las izquierdas. En nombre de la democracia, y con la reivindicación tramposa de lo común, desmantela las instituciones.

Créditos: Cuartoscuro
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“Mutaciones. Una autobiografía intelectual”, de Roger Bartra, es un testimonio en el que se observa con claridad un problema que las izquierdas mexicanas no han resuelto, al menos, desde la segunda mitad del siglo XX: la conciliación entre el individuo y el colectivo.

Bartra explica que su vida intelectual estuvo marcada por la dialéctica entre la rebeldía, la exaltación de la sensibilidad del individuo y la lucha por la libertad; y la tendencia al igualitarismo, la mejora de las condiciones materiales de la mayoría y los valores comunes. Como buen melancólico, narra con un malestar chocante la incomodidad que le generaban las ataduras intelectuales de una izquierda todavía atravesada por el dogmatismo del marxismo-leninismo —que estudió y repitió por un buen tiempo—, y el malestar emocional de sentir que no pertenecía a ningún lugar, pues mientras se alejaba de las posiciones más rígidas de las izquierdas, también lo hacía de sus camaradas, familiares y amigos. Este nudo —para usar una expresión del autor— explica las mutaciones que experimentó a lo largo de su vida y la esencia de su obra política e intelectual: el rechazo al nacionalismo, al estatismo y a las izquierdas del régimen revolucionario; el interés por la melancolía y la búsqueda por la libertad que lo llevó a escribir sus mejores trabajos: “Antropología del cerebro: conciencia, cultura y libertad; “Cerebro y libertad: ensayo sobre la moral, el juego y el determinismo” y “Chamanes y robots: reflexiones sobre el efecto placebo y la conciencia artificial”.

La mutación que narra Bartra también la experimentaron muchos otros que vivieron o sufrieron las consecuencias del cambio de época que significó 1968. En ese entonces, la libertad era el centro de la discusión política e intelectual. Se trataba de la libertad política frente a los autoritarismos, la libertad de experimentar sensaciones placenteras frente a la opresión capitalista, la libertad de pensamiento frente a la imposición dogmática, la libertad de las mujeres frente a la dominación patriarcal, la libertad de la identidad individual ante la homogeneidad nacional, etcétera. Esa discusión contrapuso a un público nuevo, que resaltaba algunos atributos particulares, con un público en decadencia, que exaltaba las cualidades comunes. 

Fue en ese ánimo de libertades en el que se montó el neoliberalismo para legitimar su programa político, económico y cultural. Frente al dogmatismo ofreció cierta pluralidad, ante el autoritarismo ofreció una leve mejora democrática, ante la mayoría que, en efecto, puede resultar tirana, impulsó una idea de ciudadanía, y así muchas otras cosas. En ese contexto, algunos izquierdistas como Bartra encontraron un espacio de mayor libertad creativa, realización intelectual y de pluralidad política, a costa del desmantelamiento del Estado de Bienestar. Algunas otras se enfrentaron a ese desmantelamiento desde lo comunitario, la defensa de la identidad y la organización comunal. En ambos casos, el problema fue que los ideales de las izquierdas se particularizaron, se individualizaron o enfatizaron más en lo que las distinguía que en lo que las unía, perdiendo así los diversos sentidos de lo público de su imaginario.

Hoy el neoliberalismo también mutó y en el proceso derrotó a las izquierdas. En nombre de la democracia y con la reivindicación tramposa de lo común, desmantela las instituciones que permitían, aunque de manera reducida, la libertad. A su vez, encumbra el dogmatismo y su carácter autoritario, pero en su forma más vulgar. No se exaltan ideales, no se elaboran nuevas ideas, no se genera un cuerpo doctrinario, no se discute con seriedad y no se construyen argumentos sofisticados, sólo se repiten frases, se enaltece la ignorancia, se deslegitiman adversarios por su nombre sin siquiera intentar desmontar sus argumentos, se impulsa la calumnia y se defiende la ilegalidad y la inmoralidad.

Durante esta grotesca metamorfosis. algunas izquierdas fueron reducidas narrativamente a conservadoras y condenadas a lamentase desde su propia jaula de la melancolía. Otras resisten en medio de una espiral del silencio, amordazadas y atrapadas en su propia soledad. Y hay una izquierda que en el gobierno mutó y se convirtió en un ser irreconocible y deshonroso: dejó de defender la libertad, renunció a ver por las mayorías y sólo vive para devorar el presupuesto y justificar lo indefendible. 

A las izquierdas sólo les queda reinventarse, desde la libertad, y enfrentar la incomodidad chocante de aún no lograr conciliar el valor del individuo y el valor de lo colectivo. A las izquierdas sólo les queda enfrentar su fracaso y seguir mutando.