Entrevistamos a Gibrán Ramírez Reyes, quien conoce a la 4T como la palma de su mano. Como simpatizante, fue férreo defensor de Andrés Manuel López Obrador y su proyecto de nación, pero desde las tripas del partido, al que intentó dirigir, comprobó que en los hechos, todo quedó en demagogia y fracaso.
Para el arrepentido doctor en ciencia política, el presidente terminó por convertirse en autoritario, rodeado por personajes mediocres, leales hasta la sumisión pero carentes de capacidad. En este sexenio, dice, el talento lejos de ser valorado, es rechazado. Eso explica, en parte, el fracaso de la 4T.
Gibrán Ramírez Reyes recuerda que la promesa de gobernar para los más pobres llevó al tabasqueño al poder, pero hoy los pobres son más pobres y a la oligarquía mexicana le va mejor que nunca, beneficiada por la entrega de apoyos a adultos mayores y becas a “ninis”, que acaban de regreso a los bolsillos de los magnates, gracias a los créditos de sus tiendas mayoristas.
Caso similar al de la salud pública, que terminó por privatizarse; los ganones han resultado los dueños de farmacias, quienes atienden en consultorios precarios a las víctimas del abandono en el sector.
Y aún hay más. Si en educación estabamos mal, con López Obrador estamos peor; la escasas políticas pedagógicas fueron cambiadas por “choros” marxistas y ocurrencias disparatadas; lo mismo con lo más preocupante, la inseguridad y la patológica política de combatirla con “abrazos, sin balazos”.
Pero el colmo de los males, nos dice Gibrán, ha sido la corrupción, que lejos de ser combatida, como se prometió, resulta solapada desde Palacio.
Nuestro entrevistado remata contundente: “una conspiración de mediocres ha llevado a la 4T al fracaso”.