Las predicciones de crecimiento global y nacional para el 2023 nos imponen retos. El FMI espera que el crecimiento mundial en 2023 sea de 2.7%, es decir, menor que en el 2022. Según el documento de análisis presupuestal para el 2023, emitido por la Casa Blanca, Estados Unidos se desacelerará y podría alcanzar solo 2.5% de crecimiento real. En cuanto a América Latina, la predicción de la CEPAL indica una desaceleración hasta ubicar el crecimiento en 1.3%. México crecerá 1.3%. Esto es así porque los eventos coyunturales de los dos años pasados -COVID y guerra en Ucrania- profundizan los problemas económicos estructurales o abrieron nuevas grietas.
Ambos eventos significaron un abandono de planta productiva, es decir, se dejó de producir. En economía, en estos casos, también decimos que se trata de “destrucción de planta productiva” porque muchos negocios desaparecieron -una forma de destrucción-. Por diferentes razones, ambas circunstancias destruyeron cadenas de suministro de insumos: El COVID por el cierre de las economías y su lenta reapertura; la guerra en Ucrania por la detención del suministro de energía y cereales básicos).
En gran medida, más que reactivar la planta productiva existente, también habrá que crear nueva, pues los impactos fueron al corazón de la economía real: producción y empleos. Nos referimos pues, en la economía donde hay producción física y fuerza laboral en acción. Nuestra encrucijada es la siguiente ¿impulsar sólo a los sectores convencionales o tomar el momento como un punto de quiebre para un programa económico más integral, de largo plazo, con perspectiva incluyente, de bienestar social y ambiental? Exploremos esto último, y anticipando la necesidad de un Paco Económico Verde. Explicaré por qué.
Principios de un Pacto Económico Verde
En las grandes economías, las iniciativas de Pacto Verde ya hicieron su aparición. En 2019, frente a la evidencia de los costos del cambio climático en la economía estadounidense -entre otras razones-, los demócratas presentaron una iniciativa de Nuevo Pacto Verde. El mismo año, la Unión Europea presentó un Pacto Verde Europeo con un marco de trabajo en varios años. Es notable el creciente reconocimiento de que la salud de las economías, y su prosperidad, está sujeta a considerar los costos ambientales. Nunca antes en la edad moderna, ha sido tan aparente la relación que guarda la prosperidad económica y social, con la salud ambiental.
Crear planta productiva y rearticular las cadenas productivas que se han ido desintegrando en los dos años pasados, no ocurre de la noche a la mañana. La combinación del impacto del COVID y la guerra en Ucrania, detonó una escalada inflacionaria, cuyas medidas de política monetaria, necesarias para contenerla, retrasaron la reactivación de la industria. Parte de la industria desapareció. Ahora bien, ¿qué tipo de industria habrá de impulsarse?, ¿qué tipo de empleados se requerirán, con qué habilidades? ¿en qué sectores habrá que priorizar el empleo para un desarrollo incluyente? Estos son problemas de economía real.
Casi todo lo que se produce en la economía real contiene insumos provenientes de la biosfera, por lo que es imprescindible un modelo de economía en favor de la resiliencia de los dos insumos principales de todo sistema productivo: naturaleza y trabajo. Desde luego, la energía es esencial, pero ella deriva de fuentes naturales renovables (p.ej. eólica y solar) o no renovables (energía fósil, hidrocarburos). Se invoca al trabajo humano como esencial, pues pese a la introducción de tecnología e innovación, las porciones de trabajo en la economía siguen siendo significativas, aún más en la economía mexicana.
Naturaleza: Los costos ambientales son costos económicos
Sin una base biofísica con ecosistemas saludables, se pone en entredicho el futuro económico de la nación, su posibilidad de generar riqueza, en el presente y el futuro. Además, mantener una base de recursos naturales contribuye a la soberanía económica. A esto se añade la creciente evidencia internacional de los costos económicos resultado de los efectos del cambio climático. De acuerdo a Morgan Stanley, entre 2016-2018, los desastres climáticos le costaron al mundo $650 miles de millones de dólares. Igualmente, existe ya un aparente deterioro de los suelos agrícolas en zonas clave de producción agrícola del mundo, como Estados Unidos.
Se ha revelado también que las alzas en los precios de los alimentos actualmente a nivel mundial, no sólo se debe a la guerra en Ucrania, sino también a las frecuentes sequías, en esas zonas productoras. Estimaciones para México, indican que la capacidad de producción agrícola puede reducir sus rendimientos entre 5 y 20% en las próximas dos décadas, y hasta 50% a finales del siglo, si no se toman medidas para contener los efectos del cambio climático. La pérdida de biodiversidad, la escasez de agua, entre otros, también son fenómenos que acaparan importancia local y global. Definitivamente tales fenómenos no son más un problema puramente ecológico, sino económico. En conjunto, todo ello exige un enfoque de desarrollo verde.
Empleos verdes y el sector de los cuidados
El otro gran tema, el empleo, ciertamente es un problema profundo heredado de políticas económicas neoliberales del pasado. No obstante, se suman la profundidad de los rezagos que dejaron estos dos últimos años. La experiencia del confinamiento demostró que, pese a todos los avances tecnológicos, la fuerza de trabajo sigue siendo fundamental, tanto para la producción como para mantener activa la demanda. Sin una fuerza de trabajo saludable, empleada y con ingresos, la economía enferma. La pandemia de desempleo desatada tras el COVID, no se ha curado por completo en casi toda América Latina, México, ni en el mundo.
En la era post-COVID, definitivamente, el mundo laboral se encuentra en un punto de inflexión. Esto se expresa en una desigualdad de género más profunda, el reconocimiento del valor económico de la actividad de los cuidados, y la formalización gradual de modelos laborales alternativos (trabajo a distancia, híbridos, etc.).
La desigualdad se observa en el dispar acceso a los trabajos por razones de género, y un mayor rezago por la inmensa carga de actividad de cuidados que recayó en las mujeres y las extrajo del mundo laboral durante la pandemia. Después de esta experiencia, el valor económico de los cuidados no se puede ignorar, por lo que una estrategia de empleo para el largo plazo deberá tener una perspectiva que reconoce la aportación a la riqueza económica que brinda el trabajo de las mujeres a la economía, más allá de los cuidados. Habrá que desligar la actividad de los cuidados como exclusivos del género femenino. Esto bien puede ser parte de un sector de economía de los cuidados, e incluir ahí los cuidados al medio ambiente, que en gran parte no son remunerados y que se demandarán cada vez más, para prevenir o aliviar los frecuentes desastres naturales.
En cuanto a los modelos laborales alternativos (p.ej. de trabajo a distancia, híbridos, flexibles, entre otros), según un estudio de la universidad de Harvard, publicado en marzo de 2022, basado en trabajo de campo con trabajadores de varias latitudes, el modelo híbrido es el mejor de los dos mundos posibles (presencial y remoto). Otros estudios, muestran que existe un cambio cultural laboral que sustituye parcialmente la presencialidad y “el calentar la silla”, a un modelo basado en objetivos, resultados y formas de trabajo flexibles. Aunque en esto hay ventajas y desventajas, posibilidades e impedimentos que deben analizarse en particular, es una realidad que la percepción sobre cómo conseguir mejor productividad laboral ha cambiado en empresas y trabajadores en los años recientes.
El sector de los cuidados sociales y ambientales es necesario; y es consistente con un pacto económico verde con perspectiva social, que de momento podría empatarse con las habilidades y formación que posee ya la población esperando ser empleada. Por otra parte, los sectores que se estarían promoviendo en una política de industria limpia, demandará trabajadores, y aquí sí, la política de empleo habría de incluir estrategias de capacitación para el trabajo en sectores innovadores.
Tenemos, hasta aquí, algunas líneas generales que apuntan a explorar a detalle el diseño de un Pacto Económico Verde. Los sectores donde cabe el impulso más decidido de la industria limpia podrían ser: el agrícola, el energético, el de transporte y el del turismo. En tanto, el panorama del empleo muestra que existe una fuerza de trabajo por movilizar e integrar a la actividad económica remunerada bajo nuevos paradigmas de inclusión y de cultura laboral.
Sin un plan económico verde, no sólo se pone en riesgo la capacidad de usar recursos de la naturaleza, sino que se añaden los costos de remediar desastres, y más difícil será una recuperación sostenida.
La autora es economista. Dra. en Estudios Ambientales por la Universidad de York, Canadá.