El Ejército fue atacado, derrotado y exhibido…
La seguridad nacional, utilizada por el presidente como argumento para defender sus caprichos, casos de corrupción entre los suyos y hasta ocurrencias, fue vulnerada.
“Hacktivistas” de un autodenominado grupo “Guacamaya” penetraron los servidores de la Secretaría de la Defensa y robaron seis terabytes de información ultrasecreta.
Para entender la magnitud del ataque, seis terabytes equivalen a un millón y medio de fotografías o mil 500 películas en alta definición.
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En este caso, los ciber piratas se llevaron datos delicados sobre delincuentes de alto perfil, políticos multicolores, grabaciones de conversaciones telefónicas, imágenes, contratos ultrasecretos y por si fuera poco, expedientes médicos del presidente.
Contrario a lo presumido por López Obrador, su salud queda exhibida como frágil, con padecimientos que ponen en riesgo su vida; desnuda también su negativa a recibir tratamiento pese a las advertencias médicas de peligro.
La filtración incluye datos sobre el “Culiacanazo”, en octubre de hace tres años, cuando López Obrador fue “doblado” por Ovidio Guzmán, hijo de “El Chapo”, obligándolo a ordenar su liberación.
“Guacamaya” desnuda falta en estrategias, recursos y revela cuanto personal militar está destacado en fronteras, aduanas, aeropuertos y zonas de alto riesgo. Por si fuera poco, también exhibe un conflicto entre los secretarios de la Defensa y Marina.
Si el ciberataque fue grave, el intento de control de daños por parte del presidente resultó peor. López Obrador lo tomó a “chunga”, con todo y cancioncita de “Chico Che”; minimizó los hechos y atacó al periodista mensajero, Carlos Loret. No mencionó estrategia alguna para evitar la vulnerabilidad de la institución militar, proteger datos sensibles de los mexicanos o iniciar una investigación contra los responsables. De eso nada.