Opinión

A LA IZQUIERDA

¡Paleros!

Aunque algunos se llaman a sí mismos periodistas, defensores de las causas justas. Todos ellos asisten al show mañanero, aplauden al presidente y repudian a quien se atreve a criticarlo.

Escrito en OPINIÓN el

Según Carlos Montemayor (La Jornada, 13-09-2007), “palero” es una palabra que viene del náhuatl paleuia, cuyo significado es “servir, favorecer, sostener a alguien”. Su sentido en nuestro español oscila entre describir a aquellos que ayudan a alguien desde el público —de ahí que también se les diga aplaudidores— y a los que favorecen a otros mediante un juego de simulación y de engaño. Durante la hegemonía priista, se extendió su uso para describir a las personas que adulaban y festejaban a los políticos oficialistas. Y, aunque probablemente ya era común desde antes, fue en la elección presidencial de 1952 cuando la palabra tuvo más protagonismo en la prensa escrita, para describir el actuar del candidato presidencial del Partido Popular, Vicente Lombardo Toledano.

Lombardo, entonces afamado líder de la izquierda mexicana, coqueteó con la posibilidad de declinar a favor de la candidatura de Miguel Henríquez si éste, y Cándido Aguilar, abrazaban su plataforma electoral. Pero después de que lo hicieron, puso nuevas condiciones para hacerlo —inviables políticamente—y finalmente decidió seguir con su candidatura. Ante esto, Cándido Aguilar lo catalogó como un aplaudidor del gobierno y un simulador: “un palero del poder”. La prensa retomó el calificativo y lo utilizó para referirse a Lombardo, cuestión que lo perseguiría por el resto de sus días y también después de muerto.

La deshonra de Lombardo no consistió en apoyar al oficialismo —algo que ya habían hecho él y otros miembros de la izquierda mexicana en otras coyunturas, logrando grandes cosas—, sino en mentir y engañar para legitimar la arbitrariedad en el poder y favorecerse con ello. Palero, según el Diccionario del Español de México de El Colegio de México, también es una persona que “ayuda a estafar o a engañar a otras”. Lombardo fue un palero en esa elección, porque en los hechos ayudó a concretar la estafa del poder, a cambio de que le pagaran los gastos de su campaña y le permitieran subsistir políticamente. 

En estos días hemos vuelto a hablar de paleros, aunque algunos se llaman a sí mismos periodistas, defensores de las causas justas. Todos ellos asisten al show mañanero, aplauden al presidente y repudian a quien se atreve a criticarlo. Los martes por la noche, celebran el acribillamiento en público de los enemigos del poder y le llaman valentía a la arbitrariedad, e innovación comunicativa al ramplón escarnio público. Ante las críticas a su proceder, el presidente ha salido en su defensa. No está de acuerdo en que se les llame paleros por apoyarlo: “aprovecho para expresar mi solidaridad a los periodistas que son tratados como paleros por los conservadores”. 

Pero no se les cataloga así por apoyar al presidente o por tener una posición política definida, sino porque así se les dice a las personas que “ayudan o favorecen a alguien en términos de un público que aplaude en representaciones artísticas o mítines políticos”, como ocurre en la mañanera. También, porque así se les llama a las personas que “acompañan a otra para festejar actos y aparentar que cuentan con mucho apoyo”, o a los “ayudantes convenencieros de grupos o dirigentes políticos”. Y porque así se les conoce a las personas que “sirven, favorecen, sostienen” la arbitrariedad del poder: ¡paleros!