Murió Luis Echeverría, quien gobernó a México del 1 de diciembre de 1970 al 30 de noviembre de 1976. En enero cumplió 100 años y desde que dejó la presidencia hace casi 46 años vivió disfrutando su mal habida fortuna y soportando el desprecio de quienes vivimos o recordamos su autoritarismo y populismo que costaron muchas vidas y causaron daños a la economía nacional que aún hoy seguimos padeciendo.
Mucho se ha escrito y dicho sobre su responsabilidad, junto con la de su entonces jefe, Gustavo Díaz Ordaz, de la matanza de entre 300 y 400 personas el 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas. También sobre la orden que dio para reprimir una manifestación de estudiantes el 10 de junio de 1971, en la que hoy se recuerda como la Matanza del Jueves de Corpus, donde se estima que murieron unas 225 personas.
Menos se ha comentado sobre la Guerra Sucia que su gobierno libró contra quienes pertenecían a diversos movimientos políticos y sociales armados que se oponían al Estado. Poco se sabe de cuántas víctimas dejaron sus decisiones y las de su antecesor debido a que los gobiernos priistas que tuvo México hasta 2000 ocultaron o desaparecieron los datos de cómo a partir de 1964 los gobiernos priistas, usando a las fuerzas armadas y policiacas reprimieron, desaparecieron y mataron a quién sabe cuántos disidentes pertenecientes a casi una treintena de grupos guerrilleros.
El número de desaparecidos y muertos tal vez nunca se conozca, pero según la fuente que se consulte va de 374 a 1500 y es factible que sea mucho mayor.
Pero Echeverría no solo es responsable de las acciones represivas y criminales que supuestamente cometió siendo secretario de Gobernación y presidente. También fue cómplice de las que se cometieron de 1958 a 1964, durante el gobierno de Adolfo López Mateos, en el que fue subsecretario de Gobernación. Entre ellas: contra los estudiantes del Instituto Politécnico Nacional, los normalistas de la Ciudad de México y el Sindicato de Ferrocarrileros por medio del despido de 9000 trabajadores, el arresto de 3039 y el encarcelamiento de 68 de ellos, entre ellos, los líderes sindicales Demetrio Vallejo y Valentín Campa y el pintor David Alfaro Siqueiros. En 1960 decenas de personas murieron y centenas quedaron heridas en Guerrero al ser agredidas a balazos por soldados y policías cuando se manifestaban en contra de autoridades estatales y federales.
Pese a sus crímenes, el PRI nunca lo expulsó de sus filas.
Ningún dirigente priista acudió al velorio de su cuerpo y en la cuenta de Twitter @PRI_Nacional solo se lee: “Lamentamos el sensible fallecimiento del Expresidente de México, Luis Echeverría Álvarez. Nuestras más sentidas condolencias a familiares y amigos. Descanse en paz”. El presidente nacional priista, Alejandro Moreno, ni mencionó el asunto.
El presidente Andrés Manuel López Obrador, que militó en el PRI de 1976 a 1988, envió este tuit: “En nombre del Gobierno de México envío un respetuoso pésame a los familiares y amigos del licenciado Luis Echeverría Álvarez, presidente de México durante el sexenio de 1970 a 1976”.
El de Echeverría fue un final triste, digno de un gobernante que abuso de su poder. Igual al que fue y será el final de muchos de los que gobernaron a México antes y después de él.
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