Opinión

A LA IZQUIERDA

Los sentidos de lo público

La Cuarta Transformación reivindica al Estado pero paradójicamente lo ha ido debilitando, haciendo que, por ejemplo, ahora el mercado regula quién cuidará a las infancias.

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La Cuarta Transformación tiene una curiosa interpretación de lo público. En el discurso repite constantemente que todo es más abierto, visible y accesible. Lo público es más público, a diferencia de lo que había antes, y por eso se distingue del neoliberalismo, que por excelencia exalta lo privado y sus supuestos beneficios. El Estado, la comunidad y lo colectivo se reivindica sobre el mercado, la sociedad civil y el individualismo. 

Pero la reivindicación del Estado es acompañada de su debilitamiento. Las transferencias directas son sustitutas de los servicios estatales. Los individuos reciben el dinero y son ellos, las familias o las comunidades, las que deciden en qué se gasta. El Estado se retira y el mercado regula quién cuidará a las infancias, si habrá escuelas de tiempo completo, si se usa el dinero en infraestructura, y quién y cómo construye caminos. La lógica es que lo privado es menos corrupto que lo público y que los individuos sortean los fines egoístas para generar beneficios colectivos. 

Las comunidades aparecen como el referente público por excelencia, siempre y cuando no sean las que se oponen a los fines del gobierno, como son los proyectos insignia o los cambios educativos. Las familias son la máxima institución de seguridad social y las escuelas deben dejar de estar en el centro de las enseñanzas y los aprendizajes. En aras de exaltar sus virtudes, se omite que en otro sentido las familias y las comunidades son opresivas y desiguales.

En los entornos familiares, las mujeres sufren violencia y tienen una carga excesiva, invisibilizada y desvalorizada en los trabajos de cuidados; y las comunidades, en una sociedad con los vínculos rotos y atravesadas por la violencia, pueden resultar hostiles y establecer el dominio de una minoría sobre los vulnerables. En vez de buscar un equilibrio entre las virtudes de lo público estatal y lo público comunitario, se renuncia a gobernar, y entre menos gobierno, hay más espacio para que las desigualdades reinen. 

Pero, además, todo se quiere justificar como parte del sistema de obviedades que hay en nuestras sociedades. Mientras todos los días en la mañanera, los medios públicos y redes sociales se da una interpretación del mundo; se afirma que ésta es producto del conocimiento universal, a diferencia de antes, que era dirigido desde lo privado. Se omiten dos cosas: primero, que no hay saberes compartidos totales, sino hegemónicos, que son resultado del triunfo de una perspectiva particular sobre otras; y después, que esto de ninguna manera sustituye otros tipos de conocimientos, como el científico o el de los oficios. Saber cruzar la calle es irrelevante al momento de construir el motor de un automóvil o arreglar un par de zapatos, y viceversa. No se reivindica lo común, sino la supuesta supremacía de la interpretación de las cosas por parte de un grupo sobre la de los otros. 

Hasta ahora, en la Cuarta Transformación el sentido de lo público es más bien privado, una versión radicalizada, eso sí, de la que había antes.