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Elecciones 2022: llegan las 'ocurrencias'

Morena ya no propone un proyecto, sino que ejerce la burla con la prepotencia de quien se sabe ganador; mientras que a la oposición, carente de ideas y de un proyecto legítimo, sólo le queda la ocurrencia y el cinismo.

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Las campañas electorales son siempre una fiesta democrática. Son el momento idóneo para discutir en el ágora todos los asuntos de interés público.

Es el momento preciso para hablar sobre los diversos proyectos que se tienen sobre una nación, un estado, una sociedad. Para debatir qué rumbo queremos seguir, sobre todo en un momento de crisis, de feminicidios, de desapariciones, de inflación y otras calamidades económicas.

Pero eso... no pasa. Ni en México... y quizá ni en el resto del mundo.

Desgraciadamente, las campañas electorales, lejos de ser un acontecimiento, se han tornado en un "no acontecimiento"... y han quedado desprestigiadas ante los ojos de la ciudadanía. Las propuestas han quedado reducido a ocurrencias, guerras de spots y espectaculares. 

Lejos de deliberar públicamente sobre temas trascendentes que nos conciernen a todos y todas las ciudadanas, lejos de ser una fiesta de la democracia, se han convertido en un festín de ignominia.

Nadie habla, por ejemplo, si Tula debe seguir siendo la cañería, el excusado de la Ciudad de México; ahora se habla de ocurrencias como construir un Tren Tolteca ante la desesperación de ganar votos; o burlarse con espectaculares de los rivales que, probablemente, van a perder y dejar el poder.

Morena ya no propone un proyecto, sino ejerce la burla con la prepotencia de quien se sabe ganador; mientras que a la oposición, carente de ideas y de un proyecto legítimo, sólo le queda la ocurrencia y el cinismo.

Hidalgo puede representar uno de los últimos ataúdes para el PRI, lo mismo que Oaxaca: de perder esos estados en junio, como todo pinta hasta ahora, sólo gobernará en dos entidades... Coahuila y el Estado de México, que se deciden el próximo año.

El tricolor está en un franco riesgo de ser tan intrascendente como el PRD y en menos de dos años dejar de gobernar algún estado del país.

Y en vez de mirarse al espejo, de redefinirse como partido, de enarbolar causas populares (como alguna vez hizo), ha decidido tomar el camino de la fanfarronería, la autoparodia y el cinismo.