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La guerra y la barda de Calderón que aún pagamos

La violencia en México, como el pago de la barda de la refinería de Tula, aún está lejos de terminar.

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Felipe Calderón se ha convertido en un tuitero. En un influencer. Y muchos dicen que es el mejor expresidente que tenemos.

A pesar de que nos dejó una guerra civil que está lejos de terminar. A pesar de que dejó una barda en Tula que le cuesta 140 millones de pesos al año a todas y todos los hidalguenses.

Miles de muertos cada año como consecuencia de una lucha armada que inició en Michoacán en 2008... y que, apenas a inicios de esta semana, causó la masacre de 20 personas, incluidas tres con nacionalidad extranjera.

Ayer el IMSS obtuvo oficialmente los terrenos de la refinería de Tula. Lo que representa el último clavo en el ataúd de una promesa incumplida... que sigue saliendo cara.

Con corte a 2021, la deuda del Estado de Hidalgo por la obra fallida es de 802 millones 228 mil 516 pesos y se espera que este 2022 cierre en 662 millones 180 mil 915 pesos.

Si bien nos va, la Refinería Bicentenario se terminará de pagar en 2017, 21 años después de que inició el sexenio de Felipe Calderón. 

Y hablando del legado de Calderón, lo de Zinapécuaro no tiene nombre: es una de las mayores tragedias que ha tenido en el país en las últimas dos décadas.

Andrés Manuel López Obrador tiene razón en culpar a los gobiernos antecesores, principalmente al de Felipe Calderón, por haber desatado la violencia incontrolable en todo el país.

Pero también el actual mandatario tiene (mucha) responsabilidad en este asunto y a dos años de que acabe su administración ya no puede echarle enteramente la bolita a sus predecesores. Ahora él es igual corresponsable de esta tragedia humanitaria.

Igual que Calderón, que inició una guerra intestina entre mexicanos contra mexicanos, en donde las principales víctimas son las personas pobres y que habitan la periferia: millones de desplazados que han tenido que migrar a otros estados o a otros países debido a la lucha armado.

Igual que Peña, que no hizo nada para evitar el derramamiento de sangre y que, incluso, con la indiferencia y frivolidad de su administración. terminó por agravar aún más la situación. La trágica noche de Iguala del 26 de septiembre fue, en muchos sentidos, el final de su gobierno. Ese momento pasamos del Saving Mexico al Vivos se los llevaron, vivos los queremos. Los 43 de Ayotzinapa fueron el ataúd de la fallida promesa neoliberal y la Casa Blanca de Las Lomas, la estocada final.

Porque AMLO acierta en su diagnóstico de que el neoliberalismo, como un modelo económico que ha desterritorializado, que ha promovido un individualismo psicopático, que ha roto lazos comunitarios y que ha causado una desigualdad histórica, así como el debilitamiento del Estado y sus instituciones, es la principal causa de la violencia que ha abrumado al país en las últimas tres décadas.

Pero se ha equivocado al usar políticas neoliberales, sí, él mismo las ha promovido, que no sólo no han resuelto el problema, sino que incluso lo han intensificado. Programas neoliberales como Jóvenes Construyendo el Futuro, que son la precarización absoluta del trabajo, así como la desaparición de diversas instituciones de apoyo social (el programa Prospera, las estancias infantiles, etcétera) han demostrado que el "billetazos, no balazos" no ha funcionado.

La violencia en México, como el pago de la barda de la refinería de Tula, aún está lejos de terminar.