Opinión

OPINIÓN

2022: un año infecundo

La agenda legislativa que tanta energía consume, no aportará nada nuevo al paisaje nacional. La reforma eléctrica, en caso de aprobarse, lo único que habrá hecho es demostrar que somos un país que no tiene claridad en sus objetivos estratégicos.

Escrito en OPINIÓN el

El tuit con el que arranca la mañanera denota el ánimo del Presidente. Sus más recientes notas oscilan entre la acritud y el reproche. Los problemas se agolpan y muchos de ellos están fuera del control de Palacio. La guerra, la inflación y los precios del petróleo estrechan los márgenes de cualquier gobierno. Las carencias estructurales en materia de seguridad van generando una sensación de desánimo ante la magra cosecha de resultados que se tiene. No debe ser fácil para el mandatario administrar la crisis política y familiar que ha supuesto la casa gris y el deterioro de su narrativa de la vida monástica y recoleta. La mirada externa, como adelantábamos hace unas semanas, es cada vez más severa y la resolución del Parlamento Europeo, apoyada por la inmensa mayoría de sus representantes, erosiona drásticamente su autoridad moral.  

Es visible la soledad que lo acompaña, si se me permite la paradoja. Sus reproches y puyas son tan anticipables como las de un matrimonio viejo que adivina el contenido de la jeremiada antes de que se formule. Todo se vuelve previsible y cansino. Un reproche incesante y una molestia cada vez peor disimulada.   

Se han dicho tantas veces las mismas cosas que cada vez suenan más gastadas y, por tanto, su eficacia, como instigadoras de una conversación pública saludable, declina. Todo lleva al reproche, a la estigmatización. Es como si comiéramos huesos y no carne o como si en un partido de fútbol cada jugada fuese una falta. Va perdiendo brillo y profundidad la conversación pública y la imagen externa del gobierno. Me parece que entramos, pues, a un año claramente infecundo. 

La agenda legislativa que tanta energía consume, no aportará nada nuevo al paisaje nacional. La reforma eléctrica, en caso de aprobarse, lo único que habrá hecho es demostrar que somos un país que no tiene claridad en sus objetivos estratégicos. Un sexenio se opta por crear un mercado eléctrico y al siguiente, por lo contrario. Ni el más entusiasta de los voceros gubernamentales imagina que, una vez aprobada la reforma eléctrica presidencial, tendremos inversiones, prosperidad y mayores oportunidades para la gente. En el mejor de los casos nos prometen el funcionamiento de una empresa pública cuyo futuro es previsible, porque como decía Serrat: no esperes mañana lo que no te dio ayer. ¿Por qué una CFE reforzada tendría que funcionar mejor? En todo caso tendrá un desempeño inercial.  

Y las otras dos reformas auguran una discordia republicana. La electoral no se orienta a una profundización de la democracia; cada vez es más claro (con la operación de la revocación del mandato) que el gobierno quiere ser el actor principal de la movilización electoral y usar todos sus recursos para interferir en los procesos. Y la de la Guardia Nacional implica revisar un consenso constitucional promovido en esta administración y reconocer que lo que se propuso originalmente no estaba bien pensado. Se introduce, por tanto, un elemento de incertidumbre sobre lo que a mi juicio debería ser la prioridad: blindar a la Guardia Nacional como un instrumento del Estado mexicano y evitar que la próxima administración incurra en lo que de manera incesante ha hecho ésta: desmontar todo lo que se había hecho para tratar de conseguir una efímera gloria. La Guardia Nacional y el sistema electoral requieren del máximo consenso para rendir frutos y no hay, en esta etapa, un ánimo constructor en el gobierno sino, como decíamos al inicio, una nota de acritud que no ayuda a construir instituciones, si acaso sirve para desfogar la frustración.