Vladimir Putin probablemente no imaginó la fuerza con que reaccionarían la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la Unión Europea (UE) y otras naciones ante su decisión de invadir Ucrania el jueves pasado. Tal vez tampoco previó que 87 países, entre ellos México, votarían a favor del proyecto de resolución del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que deploraba su invasión y que el viernes, de los 15 miembros de dicho Consejo 11 votarían a su favor, tres se abstendrían (entre ellos China) y que solo Rusia votaría en contra y lo bloquearía con su veto.
Es probable que no imaginara la severidad de las sanciones impuestas por la OTAN y la UE contra él, su gobierno y sus principales funcionarios, contra los oligarcas multimillonarios, el banco central ruso, los cinco principales bancos y grandes empresas de su país.
De acuerdo con el Banco Mundial (BM), las sanciones contra Rusia después de que se anexó Crimea en 2014 causaron que su producto interno bruto (PIB) cayera 38% en tres años, de 2064 billones de dólares en 2014 a 1283 billones en 2016. En 2020 el PIB fue de 1484 billones, o sea, 28% por debajo del de 2014. Las nuevas sanciones lo hundirán más.
Los primeros en sufrir por las decisiones de su actual zar son los rusos comunes y corrientes. El PIB per cápita en dólares también cayó 28% de 2014 a 2020, al pasar de 14 095 dólares a 10 126 dólares.
También los oligarcas cómplices de Putin se han visto afectados. De acuerdo con Bloomberg, los aproximadamente 116 multimillonarios rusos (con fortunas de más de mil millones de dólares) han perdido casi 90 000 millones de dólares desde el 16 de enero. Solo el día de la invasión perdieron 39 000 millones. Lo anterior, por la devaluación del rublo y la caída del valor de sus acciones que cotizan en el Mercado de Valores de Moscú. Sus pérdidas continuarán.
Nadie sabe precisamente cómo afectarán las sanciones a Putin, cuya fortuna se estima entre los 100 000 millones y 200 000 millones de dólares, y a los principales funcionarios de su gobierno, en vista de que, como todos los políticos ladrones del mundo, saben esconder muy bien su dinero.
Probablemente el golpe más duro contra la economía rusa es la decisión de Estados Unidos, la Comisión Europea, Francia, Alemania, Italia, el Reino Unido y Canadá de excluir a ciertos bancos rusos de SWIFT, la red internacional de comunicaciones financieras entre bancos y otras entidades financieras. El objeto es desconectar del sistema financiero internacional a estos bancos, informó el gobierno de EEUU, e “inutilizar la capacidad de Putin de financiar su máquina de guerra”, dijo Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea. También evitar que los oligarcas muevan sus capitales en los mercados europeos. Sin embargo, no todos los bancos serán excluidos para que sigan fluyendo los pagos por las compras de gas y petróleo rusos.
La reacción de Occidente ha enojado a Putin. Dice que las sanciones contra su país son ilegales pero olvida que invadir a otro país es un crimen. Tan enojado está, que ayer ordenó activar “en modo especial de combate” el arsenal nuclear ruso.
Esperemos, por el bien de nuestra especie, que su enojo no lo orille a usar ese arsenal.
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