La Comisión Nacional de los Derechos Humanos se hunde en el pantano del desprestigio, con una “piedra” atada al cuello.
Desde la llegada de la señora Rosario Piedra Ibarra a la CNDH, el 16 de noviembre de 2019, el órgano autónomo padece una etapa marcada por el silencio frente a la violencia contra las mujeres, el desabasto de medicinas, la militarización de la seguridad pública… y súmele.
El evidente y sumiso activismo “morenista” y la llegada ilegal de la señora Piedra le impedían tomar las riendas del organismo; fue impuesta por el presidente de la República.
Si la designación fue mañosa y sucia, la elección fue una marranada. La señora Piedra no reunía los votos necesarios en el Senado, así que la mesa directiva, en manos del partido en el poder, claro, desapareció dos votos y se hizo la magia… negra.
Ahora, como “amor con amor se paga”, Rosario Piedra se aventó la puntada de emitir una recomendación en apoyo a la Reforma Electoral de su jefazo López Obrador; calificó al INE como instituto electoral saboteador, vicioso y puerco.
Además de violar el artículo 102 de la Constitución, que le impide involucrarse en temas electorales, la titular de la CNDH enfureció a siete de los diez integrantes del Consejo Consultivo del organismo, quienes nunca acordaron pedir la transformación del INE; exigen a la señora Piedra no interpretar a su antojo y conveniencia ideológica aquello que desvirtúe la autonomía de la CNDH; quieren llamarla a cuentas… y amenazan cortarle la cabeza por andar de “tapetera”.
¡Ternuritas!...
Ya parece que el mandamás de Palacio lo va a permitir.