Opinión

A LA IZQUIERDA

La Selección, Guillermo Ochoa y el desencanto

Algo está pasando con nuestro futbol que está fallando como lugar de encuentro y como potencial motivador del ánimo colectivo.

Créditos: EFE
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El ambiente mundialista se asomó tímidamente en la vida cotidiana de la Ciudad de México. Mientras el metro colapsaba —como ya es costumbre—, los camiones se saturaban y el tráfico encarecía el precio de los Didi y de los Uber, se regó la noticia de que en la madrugada Argentina perdió contra Arabia Saudita. El resultado atrajo el interés de un público que no espera demasiado de este mundial. “¿A qué hora juega México?”, preguntó un trabajador a su compañero que compraba un café en un triciclo de esos que se ponen afuera de las oficinas. “A las diez, creo. A ver si lo ponen ahorita”, le respondió su colega y miró su reloj.

El juego de la selección fue ríspido y poco emotivo. No queda duda de que es el equipo con menos talento que nos ha representado en los últimos mundiales, pero tampoco de que el combinado nacional, como dicta la sabiduría popular, siempre se “crece” en estos escenarios. Prueba de ello es Guillermo Ochoa, cuya trayectoria a nivel de clubes es poco destacada —pese haber jugado en Europa—, pero que es uno de nuestros grandes héroes en la historia de los mundiales. En esta ocasión le atajó un penal a la estrella polaca Robert Lewandowski y le dio a México un empate en un partido en el que compitió adecuadamente.

El resultado no terminó por prender al público mundialista que inmediatamente después del juego reanudó sus actividades. Ni siquiera la gran atajada del portero del América parece encender la llama de una afición que suele paralizar el país, las escuelas, las oficinas y las calles cuando hay un mundial. En Qatar, según mostraron las televisoras, la afición llenó de nuevo el estadio, pero a la distancia, no se siente como en otras ocasiones. Un politólogo futbolero amigo mío lo sintetizó de la siguiente forma: “México juega bien, pero no me genera nada de ilusión”. 

Algo está pasando con nuestro futbol que está fallando como lugar de encuentro y como potencial motivador del ánimo colectivo. A diferencia de los conciertos y de las fiestas que ahora atraen masivamente a grupos de personas de gustos y edades diversas, el balompié no termina por suturar lazos sociales ni de generar amplias expectativas. A lo mucho hay expresiones aisladas en las redes sociales, como reacciones de infancias a las acciones del partido y memes, muchos memes. En torno al juego hay más bien cierto aire de conformismo. Emocionan las atajadas de Ochoa, pero no para volverse loco, y la selección sirve para entretener, pero no para ilusionar. ¿Será que hacen falta figuras? ¿O será que, al menos en las poblaciones urbanas, hay un desencanto inmovilizador? 

El próximo sábado la selección mexicana tiene la oportunidad histórica de prácticamente eliminar a la albiceleste y de dejar a Lionel Messi sin la posibilidad de ganar un mundial. En Argentina, según se lee en su prensa “caníbal” —como algunos le llaman— hay frustración, decepción, cierto miedo, y los comunicadores cargan contra los jugadores, su figura y su entrenador con peculiar enfado. Da la impresión de que pende de un hilo la última esperanza de catarsis colectiva y de que muy probablemente vivirán el encuentro con el rosario en una mano y en la otra la foto del Diego. En tanto, en México el partido nos va a entretener, pero no nos va a movilizar, ni material ni espiritualmente. Y eso no deja de ser extraño.