La analista y articulista Denise Dresser fue víctima de grave humillación. Fanáticos de la 4T, que han privatizado la plaza pública, la expulsaron de una concentración con motivo de la conmemoración de la masacre del 2 de octubre, hace 54 años.
Nietos de aquellas víctimas del autoritarismo férreo, fanáticos ignorantes de aquel parteaguas generacional, humillaron a la escritora acusándola de provocadora, indigna y repugnante.
Cierto, Denise Dresser es una provocadora del debate; incita al cambio en defensa de la democratización del país, por la justicia, contra la militarización, por lo derechos de las mujeres. Denise es calibre grueso; dice lo que piensa sin cortapisa.
Pero para la turba de borregos incubados en el seno de la intolerancia y la discriminación hacia los que critican el dogma sagrado, esa mujer es un horror; no merece respirar el aire que respiran los ciervos de la 4T, quienes presumen el monopolio de la verdad política.
La semilla del fanatismo da como fruto el fascismo. Si para allá vamos, qué vergüenza.