Armando Villanueva sale de su casa y manda su ubicación en tiempo real a su madre. Su teléfono está lleno de notificaciones. Decenas de personas le preguntan por alguno de los tatuajes que registró en las fosas clandestinas que lleva dos años rastreando con las madres buscadoras.
“Yo me uní a las búsquedas hace dos años, después de la desaparición de mi tío Epifanio López López, una persona de 75 años que desapareció de un parque frente a su casa”, dijo en entrevista con Grupo Fórmula.
Era 26 de febrero de 2019 en Tlajomulco de Zúñiga, Jalisco, el segundo estado con más personas desaparecidas en los que va del sexenio de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), de acuerdo al Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas.
Desde entonces Armando ha buscado a su tío por todo el país. Su cuenta de Facebook se ha convertido en un receptáculo con cientos de comentarios. Él publica: “Hice anotaciones de los tatuajes de personas de fosas clandestinas” y la atención de las familias se enfoca en los comentarios.
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Tan sólo de 2018 a 2023, la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB) ha registrado 2 mil 710 fosas clandestinas en el país. Jalisco, donde desapareció Epifanio, es el sexto estado con más hallazgos, pero la lista la coronan Veracruz, Colima y Sinaloa.
“Después de ver la cantidad de personas desaparecidas, no solamente en el municipio donde desapareció mi tío, sino nivel estatal y federal, es que voy conociendo a gente de otros municipios, de otros estados y se me ocurre empezar a apoyar a las demás personas con la información que que yo puedo obtener de las fosas”, contó
Los tatuajes, “la única característica” para buscar a los desaparecidos
Una Santa Muerte en el brazo, una flor en el hombro, unas cuantas identificaciones encontradas entre los restos se publican por Armando en comentarios de Facebook. Ahora es buscador de personas desaparecidas.
“Mientras yo busco a mi desaparecido puedo ayudar a las demás personas a que encuentren al suyo”, aseguró.
De acuerdo con el Centro Regional de Identificación Humana, los tatuajes resultan ser un elemento identitario fundamental en la búsqueda de personas desaparecidas: Sus pigmentos permanecen incluso cuando se han perdido las capas superficiales de la piel.
“Es como la única característica que queda del cuerpo”, explicó Armando sobre los tatuajes. “Las prendas se descomponen, las cadenas o accesorios que pudieron haber traído se las roban y entonces, aunque el cuerpo está desnudo, los tatuajes son pieza clave para la identificación”.
La dinámica de los tatuajes la ha utilizado para varios estados. Él anuncia las fosas y escribe en los comentarios los tatuajes y señas particulares que registró de los restos. Las familias los revisan y, si creen que se trata de su desaparecido, le envían una foto del tatuaje y de la ficha de búsqueda. Tras una verificación de datos, Armando los canaliza al instituto en cuestión para que puedan reclamar el cuerpo.
“De la fosa de San Agustín, que es la que tuvo más difusión, de las 100 anotaciones que subí yo creo que salieron pre identificadas unas 20 personas”, explicó, pero también señaló que en los últimos años, decenas de personas han encontrado a su familiar desaparecidos por este medio.
De sobrino a buscador, los riesgos de rastrear la desaparición
Lo que empezó para Armando como la búsqueda de su tío, terminó por hacerlo parte de grupos de búsqueda en todo el país. En lo que va del sexenio de López Obrador se han registrado 103 mil 960 personas desaparecidas, según el RNPDNO, una tercera parte concentrada en Jalisco (13 mil 227), Nuevo León (10 mil 815) y el Estado de México (8 mil 510).
Armando no pertenece a algún colectivo, con el tiempo ha conocido distintas organizaciones en el país que lo invitan cuando el pitazo de una fosa clandestina se presenta. “Nosotros buscamos las fosas clandestinas a través de reportes anónimos en nuestras redes sociales o alguna llamada, entonces no pasan los puntos, nosotros vamos y lo revisamos”, explicó.
Es un trabajo de alto riesgo, de 2018 a la fecha se ha registrado el feminicidio de ocho madres buscadoras. El joven de 25 años ha vivido en carne propia la violencia que enfrentan quienes buscan a una persona.
“Lo que pasa es que es muy tardado solicitar una búsqueda a través del gobierno para que nos brinden la seguridad y el transporte, es por eso que nosotros también hacemos nuestras propias búsquedas” señaló. Las autoridades tardan un mes en ofrecer las condiciones para salir a buscar, tiempo en el que los colectivos realizan al menos una por semana.
Tras años de búsqueda, Armando ha logrado ayudar a decenas de personas con sus publicaciones. Su familia apoya su nuevo trabajo. “Ya es muy difícil salirme de este tema, cada vez son más los desaparecidos”, dijo, pero hasta la fecha el rastro de su tío Epifanio sigue sin ser encontrado.