Los pacientes de COVID-19, incluso los que tuvieron casos leves, pueden padecer un envejecimiento acelerado del cerebro y otros cambios, reveló un nuevo estudio de la Universidad de Oxford.
El estudio publicado en la revista Nature, descubrió que los pacientes con COVID-19 padecieron una mayor pérdida de materia gris en sus cerebros y anormalidades en el tejido cerebral en comparación con quienes no tuvieron la enfermedad. Muchos de esos cambios se producían en la zona del cerebro relacionada con el sentido del olfato.
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Gwenaelle Douaud, autora principal del estudio y profesora del Centro Wellcome de Neuroimagen Integrativa de la Universidad de Oxford, y su equipo analizaron las resonancias magnéticas de 401 individuos que tuvieron COVID-19, antes y 4,5 meses después de la infección, 15 de los cuales habían sido hospitalizados.
Los investigadores compararon las imágenes cerebrales de los pacientes enfermos con las de 384 individuos no infectados con factores de riesgo similares como la presión arterial y la obesidad. Todos ellos con edades entre los 51 y los 81 años, que formaban parte del Biobanco del Reino Unido, una base de datos sanitaria gubernamental de 500 mil participantes británicos iniciada en 2012.
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Como resultados, los investigadores hallaron que el tamaño general del cerebro en los participantes infectados se había reducido entre un 0,2 y un 2 por ciento, detectaron pérdidas de materia gris en las áreas olfativas, vinculadas al olfato, y en regiones vinculadas a la memoria. Incluso después de una infección leve.
Además, aquellos que se habían recuperado recientemente de COVID-19 tenían un poco más de dificultad para realizar tareas mentales complejas.
Aunque Douaud explicó que es normal que las personas pierdan entre un 0,2 por ciento y un 0,3 por ciento de materia gris cada año en las áreas del cerebro relacionadas con la memoria a medida que envejecen, resaltó que los pacientes del estudio afectados por el COVID-19 llegaron a perder hasta un 2 por ciento adicional de tejido en comparación con los que no habían sido infectados.
"Debemos tener en cuenta que el cerebro es realmente plástico, con eso queremos decir que puede curarse a sí mismo, por lo que hay una gran posibilidad de que, con el tiempo, los efectos nocivos de la infección desaparezcan", señaló Douaud.
Aunque, señaló que la pérdida más significativa de materia gris fue en las áreas olfativas, afirmó que no está claro si el virus ataca directamente esta región o si las células simplemente mueren por falta de uso, después de que las personas con COVID-19 pierden el sentido del olfato.
Los científicos aclararon que no se sabe si estos cambios son permanentes, pero destacaron que el cerebro tiene la capacidad de recuperarse.
Asimismo, indicaron que tampoco está claro si todas las variantes del virus causan este daño, pues los escaneos se realizaron cuando el virus original y la variante alfa prevalecían y la pérdida del olfato y el gusto eran un síntoma principal.
Sin embargo, ahora que prevalece la variante Ómircon, estos dos síntomas se han reducido drásticamente por lo que los investigadores aún no saben si estos cambios son reversibles o si realmente son importantes para la salud y el bienestar.