D lleva 13 años ejerciendo el trabajo sexual en la Merced, la zona más grande de América Latina donde se realiza esta actividad. Algunos clientes la han golpeado o le han dado billetes falsos al momento de pagar, pero a otras trabajadoras sexuales las han asesinado.
“Sí hay canijos que llegan, golpean, te quitan el dinero o te dan billetes falsos o salen y dicen: ‘fulana de tal me robó’, y aunque no haya sido cierto, dicen cosas de más. Hay muchas compañeras que han salido hasta con los pies por delante y las matan a veces en los hoteles”, comentó en entrevista para Grupo Fórmula.
Es importante que cuando los clientes agreden o violentan a las trabajadoras sexuales se apoyen entre sí, lo que no siempre sucede, de acuerdo con D. Ella comenzó a ejercer el trabajo sexual después de que el progenitor de sus hijos los abandonó, así que asumió la carga económica de toda su familia.
“Empecé a trabajar en casas, no pagaban bien, me empezaron a fallar y fue cuando empecé a meterme más a esto. Entonces mi hijo empezó a estudiar, tenía más gastos, mi renta, luego nació mi nieto y fueron más gastos para mí porque mi hija era una menor”, relató.
L llegó al barrio de Tepito cuando tenía 16 años en búsqueda de una forma de sobrevivir . Ello, debido a que su papá falleció y sus hermanos se quedaron con todo. Así que abandonó Morelos y a esa edad empezó a “rolar”, es decir, a irse con clientes para ejercer el trabajo sexual.
La trabajadora sexual nunca fue víctima de ninguna agresión por parte de algún cliente, pero algunas de sus compañeras fueron asesinadas en los cuartos de hotel.
“Yo venía de Morelos y traía varias chicas que también se prostituían por necesidad, porque tenían hijos, pero a mí me tocó perder una compañera que entró y jamás salió del cuarto hasta que llegó el forense”, narró.
L aseguró que como trabajadoras sexuales siempre han luchado por ser independientes y por evitar que las autoridades las extorsionen o violenten.
Policías abusaban de trabajadoras sexuales y se las llevaban detenidas a “La Vaquita”
Antes del reconocimiento del trabajo sexual, los policías de la CDMX realizaban operativos en las zonas de la capital en la que se ejerce esta actividad y detenían a las trabajadoras sexuales.
G, quien se convirtió en trabajadora sexual luego de que a su esposo le dio cáncer, dijo que los uniformados llegaban en sus camionetas, mejor conocidas como “las paneles”, y las subían a todas para trasladarlas a “La Vaquita”, así le llamaban ellas al Centro de Sanciones Administrativas y de Integración Social o “Torito”.
“No nada más eso, nos daban con las macanas, con lo que trajeran los canijos hasta con los escudos que traían, nos aventaban, éramos mal vistas y maltratadas por ser sexoservidoras (trabajadoras sexuales)”, añadió.
En algunas ocasiones se metían a los hoteles y las sacaban sin ropa. Lo que provocaba que muchas trabajadoras sexuales tuvieran que correr y se escondieran debajo de los puestos de los comerciantes.
“Llegaban a los operativos con muchísimas camionetas, llegaban a los hoteles y así como estuvieras, así estuvieras encuerada, así te sacaban y vas pa’rriba y a madrazos”, señaló C en entrevista.
C es trabajadora sexual desde hace 23 años, ella trabaja en la calle de Soledad, esquina con Circunvalación, en La Merced. En su caso también empezó a ejercer el trabajo sexual por necesidad, debido a que se separó del padre de sus hijos y se hizo cargo de los gastos de los niños.
Si las trabajadoras sexuales querían salir tenían que pagar una multa de 1 mil pesos o las dejaban encerradas durante 15 días. Sin embargo, cuando salían tenían que tener cuidado de que no las volvieran a encarcelar porque a algunas las detenían a las dos horas de su salida.
“Había uno de las camionetas, el que dirigía, ese violaba a las compañeras, ahí mismo, ahí donde nos tenían, ahí arriba de las camionetas, ahí enfrente de todas, ahí mismo”, apuntó C.
Algunas de los policías se llevaban bien con las trabajadoras sexuales y los convencían para que las dejaran trabajar, les juntaban dinero y unas horas más tarde pasaban a recogerlo. Aunque si no se lo entregaban, las subían a las camionetas y se las llevaban.
Trabajadoras sexuales fueron reconocidas como no asalariadas y así enfrentaron los abusos de las autoridades
La Brigada Callejera Elisa Martínez tiene 33 años acompañando la lucha de las trabajadoras sexuales para que les garanticen sus derechos y ayudándoles a que accedan a ellos, como a la salud.
En este sentido, la asociación logró quitar el control sanitario que obligaba a las trabajadoras sexuales a portar tarjetones en las que se incluían sus datos personales y se especificaba si tenían alguna enfermedad o no. Lo que las estigmatizaba y exponía a extorsiones porque notificaban al hotel en el que solían trabajar para que los encargados pegaran carteles con su información y su foto.
En el 2013, la Brigada Callejera también ganó un amparo con el que la CDMX reconocía el trabajo sexual y que provocó que la Secretaría del Trabajo y Fomento al Empleo del gobierno capitalino entregara tarjetas para reconocer a las trabajadoras sexuales como trabajadoras no asalariadas.
No obstante, la dependencia dejó de renovar las tarjetas desde finales de 2020 y alrededor de 1 mil 200 trabajadoras sexuales tienen sus trámites estancados. A pesar de que mantienen un diálogo con las autoridades del gobierno capitalino, aún desconocen si se las van a entregar o van a tener que tramitar otro amparo. Esas tarjetas fueron útiles para las trabajadoras sexuales porque los policías las dejaron de extorsionar, abusar y violentar.