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Artículo. Conciencia Ambiental / David E. León Romero

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La conciencia está definida como el conocimiento que el sujeto tiene de sí mismo, de sus actos y de aquellas reflexiones que lleva a cabo; además, el término conciencia se refiere a la capacidad que tienen los seres humanos de verse, reconocerse y juzgarse. La conciencia ambiental es definida por algunos autores como el conjunto de vivencias, experiencias y conocimientos que el individuo utiliza activamente en su relación con el ambiente. Está condicionada por la cantidad y calidad de la información con la que se cuenta, las creencias, el valor que otorgamos al ambiente y la obligación que se siente por la procuración de su equilibrio. Será la conciencia ambiental lo que permita el inicio de un proceso para preservar, desarrollar y en su caso regenerar los elementos que integran el ambiente; solo el conocimiento amplio y bastante cultivado a través del proceso educativo, provocará su despertar. Entre las tareas pendientes para concretar este objetivo, se encuentra una profunda e insistente estrategia para comunicar a los integrantes de la comunidad, la importancia de contar con un ambiente sano. El ambiente en su estado óptimo, nos otorga gratuitamente un gran catálogo de servicios, bastando para ello, el cuidado de los elementos que los producen; por increíble que parezca, desarrollamos acciones que revelan su desconocimiento y menosprecio, atentando con ellas en contra del ambiente y por ende en contra de nosotros mismos. ¿Qué son los servicios ambientales? Son aquellos que los cuerpos de agua, los suelos, los bosques y todos los elementos que integran el ambiente nos proveen. Agua limpia proveniente de un bosque y la protección que brindan a las poblaciones costeras, un manglar o un arrecife, son solo algunos de ellos. ¿Qué conciencia tenemos de su valor? A todas luces no la suficiente. No se valora aquello que no se conoce y en algunas ocasiones aquello que no se ha perdido. La conciencia ambiental se encuentra en franco y constante despertar. Durante las últimas décadas, en el seno de diversos sectores ha existido un incremento en las acciones y presupuestos dedicados a su florecimiento; en los espacios integrados por la sociedad civil, la iniciativa privada y los 3 niveles de gobierno, existen estrategias dignas de reconocimiento, siendo la educación ambiental una de ellas. Si analizamos a los habitantes de un territorio, en una primera aproximación, se encuentran aquellos individuos que a falta de información, desconocen la importancia del equilibrio y salud del ambiente; complementariamente, existe un sector que bajo la supuesta creencia de contar con la capacidad necesaria para explotar de manera "sustentable” los recursos naturales, han promovido un esquema de dominación que en muchas ocasiones ha resultado en deterioro; por último, en menor cantidad, se encuentran los más informados y conscientes, que siembran acciones provocando resultados positivos. La reflexión y la promoción de una comportamiento respetuoso, cordial y generoso con nuestro ambiente será la semilla que nos otorgará frutos que faculten la viabilidad de nuestra sociedad. Expresar el valor del ambiente a través de las bondades que nos brinda y develar los efectos de su deterioro en nuestra vida cotidiana, deben ser ejes centrales de la estrategia a ejecutar. Todas las acciones en favor del ambiente son bienvenidas, sin embargo, estamos obligados a privilegiar con mayor atención, urgencia y recursos, aquellas que han sido planeadas en la búsqueda del la construcción de conciencia ambiental entre nuestros vecinos. La suma de conciencias, permitirá el desarrollo sostenible de nuestras comunidades, de lo contrario, estaremos condenados a minar y complicar progresivamente nuestra existencia. David E. León Romero / dleonromero@gmail.com