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El mar se salió en Chiapas

En un malecón improvisado aledaño a una casa vieja construida con tablas, decenas de familias se apostan para ver cómo el mar ruge advirtiendo que está enfadado y que en cualquier momento, la brisa salina se convertirá en una ráfaga de agua que puede tumbar a cualquiera.

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"A nosotros nadie nos evacuó, solitos nos salimos corriendo cuando vimos el aguajal venir”, vocifera una mujer ataviada en vestimenta primaveral y chanclas, mientras da la bienvenida a espectadores que llegan hasta la comunidad sureña de Puerto Madero para corroborar la versión: el mar se está saliendo. En un malecón improvisado aledaño a una casa vieja construida con tablas, decenas de familias se apostan para ver cómo el mar ruge advirtiendo que está enfadado y que en cualquier momento, la brisa salina se convertirá en una ráfaga de agua que puede tumbar a cualquiera. Cuando las olas se precipitan hacia el enrocado que parece flaquear ante la adversidad oceánica, elementos del Ejército mexicano brotan de la tierra y a tono imperativo ordenan que hay que retirarse del sitio. Puerto Madero parece haber sido víctima de una borrasca que tardó cinco minutos, necesarios para acabar con todo a su paso. Entre los montículos de tierra se abren intervalos que avisan la entrada del agua por doquier, como si un tímido tsunami hubiera asechado la tranquilidad de los habitantes. La frontera entre lo creíble y lo increíble la divide una cinta amarilla que reza precaución. Al otro lado todo es destrucción: palapas semivolcadas, utensilios domésticos ahogados en pequeñas lagunas que se formaron, perros buscando desperdicios que sobran en tierra y agua, gente con la mano puesta sobre el mentón preguntándose "¿qué pasará?”, mientras de una pequeña vivienda un carro de redilas sale cargado con colchones, roperos y demás cachivaches húmedos con destino a quién sabe dónde. Una camioneta patrulla de Protección Civil de Chiapas recorre el sitio, de una ladera a otra. Su conductor toca el claxon mientras ve cómo vehículos se forman para ascender a familiares y demás pertenencias. -¡Espérate cabrón, estoy subiendo a mi familia, mejor ponte a ayudar!- expresa un hombre de mediana estatura que se baja del vehículo con instinto boxístico. El fenómeno de mar de fondo ha acabado con estructuras y la paciencia de los habitantes de esta comunidad costeña. A tan sólo unas horas que la Secretaría de Gobernación emitiera la alerta preventiva para los estados situados en todo el litoral del océano pacífico, desde Baja California hasta Chiapas, la situación ha madurado y deja entrever que se lucha contra alguien imbatible: la fuerza de la naturaleza. La mar seguirá en descontento durante las próximas 48 horas, hasta el martes próximo cuando la marea comience a menguar su vaivén. Mientras tanto, muchas son las familias que continúan con las tareas de traslado de pertenencias hacia otro destino que no sea una casa ahogada, repleta de sal y basura que el mar ha devuelto a sus mayores contaminantes. Las cifras de las autoridades no se mueven y continúan en treinta y tantas palapas dañadas, dicen que habrá que esperar que todo se calme, mientras tanto la gente se pregunta por la ayuda y el recuento preliminar de daños, de las viviendas convertidas en albercas con ventanales y tejados. La mar está encabronada y hay que replegarse, no es un espectáculo, sí una llamada de atención. José Torres Cancino, corresponsal en Chiapas.