Corría agosto de 1978 cuando el Cónclave eligió a Albino Luciani, mejor conocido como Juan Pablo I. Era un hombre sencillo, de sonrisa humilde y con una visión pastoral que contrastaba con las estructuras rígidas del Vaticano. Adoptó su nombre en honor a sus dos predecesores inmediatos, Juan XXIII y Pablo VI, algo que nunca se había hecho antes. Su estilo era diferente: rechazaba lujos, hablaba con sencillez y quería acercar la Iglesia a la gente.
Sin embargo, el entusiasmo duró poco. Solo 33 días después de su elección, fue encontrado muerto en su cama la mañana del 28 de septiembre. La versión oficial fue que falleció de un infarto al miocardio durante la noche. Pero el modo en que se manejó su muerte levantó muchas sospechas.
¿Papa envenenado?
El Vaticano no permitió una autopsia, embalsamó el cuerpo casi de inmediato y dio versiones contradictorias sobre quién lo encontró. Inicialmente se dijo que fue su secretario, pero luego se supo que fue una monja, sor Vincenza, quien lo vio primero. Además, algunos informes señalaron que el papa tenía en sus manos una lista con posibles destituciones de altos funcionarios vinculados al Banco del Vaticano, especialmente en torno a Monseñor Paul Marcinkus y sus relaciones con el Banco Ambrosiano, envuelto en escándalos financieros y corrupción.
A esto se suma la publicación del libro "En nombre de Dios" (1984) del periodista David Yallop, donde se sugiere que Juan Pablo I fue envenenado por querer realizar una purga interna. Según el autor, su intención de limpiar el Vaticano de corrupción financiera y reformar a fondo la Curia lo convirtió en un enemigo incómodo para muchas figuras de poder.
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Aunque nunca se presentaron pruebas definitivas, el misterio siguió alimentándose con los años. Incluso hubo quienes lo compararon con una especie de “papa Kennedy”: carismático, joven, con potencial transformador… y desaparecido repentinamente.
Cuatro papas que también duraron un suspiro
Aunque el caso de Juan Pablo I es el más reciente y enigmático, no fue el único en la historia de la Iglesia en tener un pontificado brevísimo. Aquí algunos casos que también llamaron la atención por su corta duración:
- Urbano VII (1590): Falleció apenas 13 días después de su elección, víctima de malaria. Es el papa con el pontificado más corto de la historia. Nunca llegó a ser consagrado oficialmente.
- Bonifacio VI (896): Su papado solo duró 15 días, y fue tan conflictivo que terminó siendo anulado. Su ascenso se dio en un período de gran inestabilidad política y eclesiástica en Roma.
- Celestino IV (1241): Fue elegido en medio de un cónclave caótico, encerrado en condiciones insalubres. Murió 17 días después, sin haber sido coronado oficialmente. Su muerte fue atribuida al deterioro físico provocado por el encierro.
- Teodoro II (897): Estuvo en el trono solo 20 días. Fue elegido en medio de las secuelas del famoso “Concilio Cadavérico”, y su breve papado se dedicó a revertir algunos de los actos más grotescos de su predecesor. Su fallecimiento repentino también dejó dudas sobre las presiones internas en el Vaticano de entonces.
Muerte de Juan Pablo I, un misterio
A lo largo de los siglos, el papado ha sido un cargo sagrado, pero también profundamente humano, expuesto a enfermedades, intrigas y circunstancias impredecibles. La historia de Juan Pablo I destaca no solo por su brevedad, sino por el aura de misterio que lo rodea, recordándonos que incluso en los recintos más solemnes, las sombras del poder pueden ser tan reales como en cualquier otra parte del mundo.
Y aunque la versión oficial habla de una muerte natural de Juan Pablo I, la duda persiste en el imaginario colectivo. Tal vez nunca sabremos qué ocurrió realmente en aquella noche de 1978, pero su historia sigue siendo un punto fascinante en la crónica del Vaticano: un papado breve, una sonrisa eterna… y un enigma que no deja de resonar.