Se acerca enero y todos los niños y niñas empiezan a preparar, con nervios e ilusión, su carta a los Melchor, Gaspar y Baltasar. Aprovechan para contarles lo bien que se han portado y enumeran los regalos que piden a cambio de su buena conducta.
Muchos niños y niñas esperan este 6 de enero todo el año. Pero también es el momento en el que padres y madres se pueden empezar a preguntar si es bueno para sus hijos crear en su imaginario la figura de seres mágicos que en realidad no existen.
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Realmente, la literatura científica no recoge ningún estudio que demuestre las posibles secuelas emocionales que puede conllevar un engaño sostenido durante tanto tiempo por los Reyes Magos. Y no solo por ellas sino también por todo el contexto social y cultural, puesto que los medios de comunicación, la escuela y los comercios participan de ello de la misma forma.
Sin embargo, nos puede generar cierta angustia el hecho de no estar siendo del todo honestos con ellos cuando, como padres y madres (y como modelos de conducta), siempre se les pide que lo sean.
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¿Cuál es la mejor edad para contar la verdad sobre Melchor, Gaspar y Baltasar?
En el momento en el que los niños y niñas desarrollan su capacidad simbólica (alrededor de los 2 años de edad), aparecen de forma espontánea y natural el juego ficticio e imaginativo, en el que los perros pueden hablar o las nubes son seres animados.
En estas edades la creatividad no tiene límites debido a que el pensamiento no se rige formalmente por la lógica. De esta manera, a menudo la fantasía es la explicación más plausible para todo aquello que no pueden entender aún y tienen, también, la tendencia a creer en aquello que han imaginado. Este tipo de razonamiento basado en mitos es considerado por muchos autores como un paso previo al pensamiento lógico.
Es pues natural que en estas edades se crean absolutamente todo lo que el entorno les cuente. Pero todo cambia cuando llegan a los 6 o 7 años. A esta edad, el pensamiento empieza a volverse más formal y lógico. En este momento pueden empezar a tener ciertas dudas respecto a la existencia de los Reyes Magos: ¿cómo pueden llegar a todas las casas en una noche?, ¿cómo puede ser que haya diferentes cabalgatas en distintos sitios y a la vez?, ¿cómo pueden leer todas las cartas?
Cuando empiezan a aparecer estas dudas o cuando nos cuentan que algún amiguito o amiguita en el colegio les han dicho que Melchor, Gaspar y Baltasar no existen o que son los padres, es importante que nos planteemos, de nuevo, si queremos sostener la fantasía o contarles la verdad sobre el verdadero origen de sus regalos.
Cómo reaccionar ante las dudas de los pequeños sobre los Reyes Magos
Lo más recomendable es siempre devolverles la pregunta para ver qué piensan de ello. Si son capaces de plantear esa pregunta es porque tienen alguna hipótesis al respecto y nos conviene saber hasta dónde llegan sus sospechas.
Si todavía optan por la respuesta de la magia, podemos decirles que está bien su explicación y no mojarnos más allá. Pero si vemos que las dudas empiezan a estar fundamentadas, seguramente será mejor revelarles la verdad.
Aquí algunas ideas para afrontar ese momento:
Mejor que no sea en enero. A pesar de que son los días en que es más probable que entren las dudas o que alguien les diga que los Reyes Magos no existen, es recomendable evitarlo o demorarlo un poco, si podemos, para evitar que el desengaño impida que el niño o la niña pueda celebrar plenamente.
Intentar hablar de ello en un sitio tranquilo y con un lenguaje cercano y accesible. Si las dudas o preguntas aparecen en un contexto en el que hay muchas personas, será mejor que nos retiremos y podamos hablar tranquilamente en un entorno más íntimo y seguro para que el niño o la niña no se sienta expuesto u observado por su posible reacción emocional.
Sostener su posible reacción emocional. Tenemos que ser conscientes de que nuestros hijos e hijas pueden sentirse decepcionados, tristes o enfadados al saber la verdad. Como adultos tenemos que estar preparados para acoger, permitir y validar sus emociones, a pesar de que nos incomoden. Además, podemos aprovechar la ocasión para acompañar la construcción de la tolerancia a la frustración.
Diferenciar entre mentir y guardar un secreto. Para intentar evitar que se puedan sentir tan engañados, podemos intentarles hacer ver la diferencia entre mentir y guardar un secreto. Podemos explicarles que son tradiciones muy arraigadas en nuestra cultura cuyo significado principal es el disfrutar de los seres queridos y no tanto el de los regalos materiales.
Hacerles cómplices. A veces también funciona el hacerles cómplices como guardianes del secreto si hay niños y niñas más pequeños en nuestro contexto. Otra opción es hacerles partícipes si quieren poner o preparar regalos ellos mismos para que sientan que, a partir de ahora, van a poder seguir participando de las Navidades desde otro lugar.
¿Y qué hacemos si nuestro hijo o hija tiene 10 u 11 años y todavía dice creer en la existencia de los Reyes Magos o de Papa Noel? Si vemos que a esta edad todavía cree en estos seres, probablemente lo más adecuado sea decirles nosotros mismos la verdad.
Continuar con el engaño no encaja con su desarrollo intelectual
A veces estas creencias se cronifican porque en el momento en que aparecieron las primeras dudas, los padres o madres les dijimos claramente que estaban equivocados y que sí existían, por miedo a su reacción o porque nosotros mismos no queríamos renunciar a verlos tan ilusionados e ilusionadas.
Haciendo esto, hicimos la ficción mucho más indudable para ellos y podríamos estar facilitando que se sostuvieran estas creencias en un momento en el que su desarrollo intelectual formal y abstracto ya no encaja con ellas.
Con todo, no podemos olvidar que estamos hablando de tradiciones familiares y de creencias culturales. Por tanto, será cada familia y cada contexto quien deba tomar la decisión sobre cómo, cuándo y por qué contarles la verdad. O, incluso, si prefieren no tener que contarles la verdad porque nunca antes les mintieron. Todas las opciones son igualmente respetables.
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*Por Anna Carballo Márquez, profesora de Psicobiología y Educación en la Universitat Internacional de Catalunya.
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