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Lanza Papa Francisco clamor por la supervivencia de la Tierra

Una encendida denuncia a los abusos del hombre a la naturaleza y un llamado a cambiar los modelos de producción y consumo, son el centro de la encíclica de Francisco sobre el medio ambiente publicada hoy por el Vaticano.

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Ciudad del Vaticano.- Una encendida denuncia a los abusos del hombre a la naturaleza y un llamado a cambiar los modelos de producción y consumo, son el centro de la encíclica de Francisco sobre el medio ambiente publicada hoy por el Vaticano. "Laudato Si´, sobre el cuidado de la casa común” es el título del documento de 192 páginas en su versión española y que tomó su título (Alabado seas) del Cántico de las creaturas, un poema dedicado a la creación y escrito por San Francisco de Asís. "Esta hermana (la Tierra) clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla”, escribió el pontífice. El texto, dirigido "a cada persona que habita este planeta”, disecciona a detalle la situación de desastre ecológico que impera en diversas regiones del mundo, analiza casos específicos de contaminación y denuncias sus nefastas consecuencias. Dividido en seis grandes capítulos, el más crudo es el primero titulado "Lo que le está pasando a nuestra casa”. En él se delinean asuntos como la contaminación del agua, la pérdida de biodiversidad, el deterioro en la calidad de vida humana y la degradación social. "La destrucción del ambiente humano es algo muy serio, porque Dios no sólo le encomendó el mundo al ser humano, sino que su propia vida es un don que debe ser protegido de diversas formas de degradación”, indicó. "Por nuestra causa, miles de especies ya no darán gloria a Dios con su existencia ni podrán comunicarnos su propio mensaje. No tenemos derecho”, agregó. La encíclica no se detuvo únicamente a una enumeración de crisis ambientales específicas, puso en contacto factores como la íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta, e incluyó además la invitación a buscar otros modos de entender la economía y el progreso. Aseguró que la degradación de la naturaleza no es autónoma o independiente, sino que está directamente relacionada con una crisis humana y social. En la encíclica se estableció un vínculo directo entre las acciones contaminantes del planeta y el actual sistema económico, financiero e industrial, propagador de una "cultura del descarte” y al que calificó de "superdesarrollo derrochador y consumista”. "No alcanza para modificar los hábitos dañinos de consumo, que no parecen ceder sino que se amplían y desarrollan (...) Toda pretensión de cuidar y mejorar el mundo supone cambios profundos en los estilos de vida, los modelos de producción y de consumo”, constató. Lanzó duras críticas contra el sistema económico imperante por generador de inequidad y por su incapacidad de ofrecer respuestas efectivas a las necesidades básicas de millones de personas. "La política no debe someterse a la economía y ésta no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia. Hoy, pensando en el bien común, necesitamos imperiosamente que la política y la economía, en diálogo, se coloquen decididamente al servicio de la vida, especialmente de la vida humana”, advirtió. "La salvación de los bancos a toda costa, haciendo pagar el precio a la población, sin la firme decisión de revisar y reformar el entero sistema, reafirma un dominio absoluto de las finanzas que no tiene futuro y que sólo podrá generar nuevas crisis después de una larga, costosa y aparente curación”, apuntó. Al mismo tiempo tomó distancia de algunos movimientos ecológicos que pretenden resolver los problemas de los pobres proclamando una reducción de la natalidad, mediante presiones internacionales a los países en desarrollo para que instauren políticas de "salud reproductiva” y el aborto. Lamentó que se pretenda aplicar el control natal a los pobres cuando la crisis deriva del "consumismo extremo y selectivo de algunos”, además de recordar que se desperdicia un tercio de los alimentos que se producen en el mundo y eso es como "robar de la mesa del pobre”. Calificó de preocupante que algunos movimientos ecologistas por un lado defiendan la integridad del ambiente reclamando ciertos límites a la investigación científica y, por otro, apoyan la manipulación de embriones, que son parte de la vida humana. Más adelante, el Papa deploró la falta de voluntad para establecer consensos internacionales que permitan soluciones a los problemas y la sumisión de la política a los intereses particulares, que no sólo llegan a prevalecer sobre el bien común sino que también manipulan la información para no ver afectados sus proyectos. Denunció que estos intereses económicos bloquean siempre cualquier intento de las organizaciones sociales por modificar la situación, las cuales son vistas como una molestia provocada por "ilusos románticos” o como un obstáculo a sortear. "Las actitudes que obstruyen los caminos de solución, aun entre los creyentes, van de la negación del problema a la indiferencia, la resignación cómoda o la confianza ciega en las soluciones técnicas. Necesitamos una solidaridad universal nueva”, afirmó. Según el vicario de Cristo, la inequidad no afecta sólo a individuos, sino a países enteros, y obliga a pensar en una ética de las relaciones internacionales, porque existe una "verdadera deuda ecológica” entre el norte y el sur del mundo, relacionada con desequilibrios comerciales con consecuencias en el ámbito ecológico. Precisó que la tierra de los pobres del sur es rica y poco contaminada, pero el acceso a la propiedad de los bienes y recursos para satisfacer sus necesidades vitales les está vedado por un sistema de relaciones comerciales y de propiedad "estructuralmente perverso”. Consideró necesario que los países desarrollados contribuyan a resolver esta deuda "limitando de manera importante el consumo de energía no renovable” y aportando recursos a los países más necesitados para apoyar políticas y programas de desarrollo sostenible. Francisco no tuvo dudas al prever que ante el agotamiento de algunos recursos se vaya creando un escenario favorable para "nuevas guerras”, disfrazadas detrás de "nobles reivindicaciones”. "Hay regiones que ya están especialmente en riesgo y, más allá de cualquier predicción catastrófica, lo cierto es que el actual sistema mundial es insostenible”, destacó. "El desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar”, añadió. Pidió una mirada distinta, un pensamiento, una política, un programa educativo, un estilo de vida y una espiritualidad que superen las respuestas urgentes y parciales, forjando una cultura ecológica que ofrezca solución a estos desafíos. Advirtió que las predicciones catastróficas ya no pueden ser miradas con desprecio e ironía porque a las próximas generaciones la humanidad podría dejarle "demasiados escombros, desiertos y suciedad”. "El ritmo de consumo, de desperdicio y de alteración del medio ambiente ha superado las posibilidades del planeta, de tal manera que el estilo de vida actual, por ser insostenible, sólo puede terminar en catástrofes, como de hecho ya está ocurriendo periódicamente en diversas regiones”, dijo. "La atenuación de los efectos del actual desequilibrio depende de lo que hagamos ahora mismo, sobre todo si pensamos en la responsabilidad que nos atribuirán los que deberán soportar las peores consecuencias”, sentenció. Notimex