El xoloitzcuintle es una raza de perro originaria de México y cuya figura esta muy ligada a una serie de tradiciones, mitos y leyendas, propias de nuestros pueblos originarios de hace siglos, así como de la cultura mexicana en años recientes.
La principal característica visual del xoloitzcuintle es que es un perro pelón, o sea, su piel no tiene pelo. Aunque hay diversas variedades que si tienen pelo, pero que son poco valoradas.
Como se esperaba, la palabra xoloitzcuintle proviene del náhuatl Xólotl, que quiere decir "lampiño, desnudo, pelón"; y la parte itzcuintli que significa "perro". Así xoloitzcuintle quiere decir "perro pelón" literalmente.
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Pero la parte interesante del mito de este perro es que la deidad Xolotl, según los toltecas y luego los aztecas, es dios del fuego y el relámpago, con cabeza de perro y era el encargado de guiar las almas de los muertos al Mictlán.
Existe la leyenda que dice que el dios Xolotl le dio el xoloitzcuintle como regalo al hombre, después de haberlo fabricado de una astilla del Hueso de la Vida.
En la mitología mexica, se creía que los xoloitzcuintles acompañaban a las almas de los difuntos cuando viajaban al Mictlán... es un perro sagrado.
Se han encontrado esqueletos de este lomito acompañando a sus amos en su sepultura.
Origen, casi extinción y supervivencia
El xoloitzcuintle tiene más de 7 mil años de existencia, según investigadores de la UNAM.
Era un animal muy apreciado por los indígenas prehispánicos que lo criaban y lo consideraban un perro sagrado. Se supone que durante sus ritos religiosos había la presencia de estos canes junto a templos y sacerdotes.
A la llegada de los españoles, los religiosos lo tacharon de "perro del demonio" y prohibieron su crianza. A tal punto que casi se extingue.
Es hasta el siglo XX donde diversos intelectuales y artistas adoptan a xoloitzcuintles como mascotas.
La Federación Canófila Mexicana inició un programa de registro y reproducción en 1956.
Hoy es una raza relativamente popular y cotizada como mascota entre la población mexicana.
Y en un afán de rescatarlo biológicamente y culturalmente:
El Gobierno de la Ciudad de México declaró al perro xoloitzcuintle como «patrimonio cultural y símbolo» de la Ciudad de México en 2016
¿Realmente se lo comían los aztecas?
Existen tres relatos sobre si se comía o no a los perritos xoloitzcuintle y las condiciones en que servía de bocado a los indígenas prehispánicos.
El conquistador español Hernán Cortés narra que cuando llegó a Tenochtitlán "unos pequeños perrillos se criaban para alimento" pero parece que no se trataba del xoloitzcuintle, sino del tepezcuintle, un roedor que los españoles confundieron con perros.
Investigadores del INAH señalan que al ser un "perro sagrado" no era un plato habitual sino un manjar con motivos religiosos que era servido en algunas festividades, en particular al dios Xolotl.
Otras referencias nos hablan que la carne de xoloitzcuintle era usada como "medicina" que al ser ingerida producía curación o beneficios a la salud.
También hay relatos del gremio de comerciantes, conocidos como pochtecas, que cuando partían en sus rutas comerciales llevaban consigo una manada de perros que los acompañaba; si escaseaba el alimento a donde fueran, pues se alimentaban de ellos.
Finalmente hay quien dice que la reminiscencia de estas costumbres la podemos encontrar hoy en la expresión peyorativa de comer "tacos de perro".
Así que ya lo sabes el xoloitzcuintle, el perro pelón originario de México, está intimamente ligado a nuestras tradiciones prehispánicas, ya sea como perro sagrado que te guía hacia el inframundo tras la muerte o como alimento de nuestros abuelos indígenas.