Cuernavaca es una ciudad muy antigua. Ya existía antes de la llegada de los españoles con el nombre de Cuauhnáhuac. Con la llegada del conquistador Hernán Cortés, el centro de población tlahuica se transforma. La Catedral se construye en 1526 y es el escenario de múltiples leyendas e historias.
Esta es una de las leyendas más antiguas de Cuernavaca y data de la época colonial. La gente de diferentes épocas, durante 5 siglos, ha visto, a altas horas de la madrugada, que, de la Catedral, sale una procesión de monjes.
La visión es una procesión de monjes vestidos de negro, con la capucha alzada y llevando lo que parece un féretro. Algunos narran que lleven una vela encendida, lo que le da un aspecto aterrador.
Algunos incluso han visto con miedo que los monjes flotan en el aire pues no se les ve los pies… señal indiscutible que son una aparición fantasmagórica.
La procesión avanza en silencio, atravesando la Av. Morelos y se dirigen hacia el Callejón Borda donde se pierden de vista.
Esta visión es muy popular, ya que todo sucede en el Centro Histórico, una zona muy transitada y antiguamente muy habitada.
El aterrador relato de Don Fermín
Don Fermín trabajaba como mozo de un hotel ubicado en la Calle Matamoros. Su turno terminaba a las 12 de la noche, pero siempre acababa saliendo alrededor de la 1 de la madrugada.
Como no tenía vehículo, ni siquiera bicicleta, se veía obligado a caminar hasta su humilde morada ubicada en el poblado de San Antón. En realidad, no era muy lejos pues bastaban unos 15 o 20 minutos de caminata.
Como todos los días Don Fermín inició su caminata. Era una noche fresca recién había terminado de llover. En el ambiente flotaba una ligera bruma que hacía que el escaso alumbrado público proyectara sombras y mantenía a oscuras ciertas calles.
Bajó por la calle de Matamoros y subió por la calle Hidalgo con el objetivo de cruzar el Callejón Borda, que lo conduciría a la barranca de Chulavista y de ahí quedaba a tiro de piedra su hogar en el poblado de San Antón.
Al pasar por la Catedral se persignó, nunca había sido muy religioso, pero siempre pedía a Dios que no lo asaltaran.
No era un hombre asustadizo, su vida había sido de trabajo rudo y nunca había visto nada raro; consideraba que las historias de espanto que contaban vecinos y amigos eran puros cuentos.
Subió por la calle Hidalgo y a través de la puerta principal, la del atrio, le pareció ver unas pequeñas luces al interior de la Catedral, no le pareció extraño… pero al dar vuelta y entrar sobre Av. Morelos lo que vio… ¡lo dejó petrificado! El instinto le avisaba que algo no andada bien.
De la puerta lateral de Catedral empezó a salir una procesión de monjes. Iban de dos en dos, con las capuchas levantadas y en la mano llevaban una vela que daba un tenue resplandor.
Salieron dos, luego otros dos… a continuación salieron 4 que llevaban en hombros lo que parecía un féretro.
Clavó su mirada hacia el suelo y descubrió con terror que a ninguno de los monjes se les veían los pies… como si flotaran, más que caminar. El silencio era sobrecogedor.
Salieron más monjes, pero ya no los contó. Todos enfilaron hacia el Callejón Borda… ¡justo por donde tenía que pasar!
Avanzó sigiloso, con miedo. Al llegar al Callejón Borda supuso que seguiría viendo la procesión… Pero había desparecido.
Muchos no creen las historias de terror que se viven en la Catedral de Cuernavaca… pero hay quien las han vivido y han pasado instantes que los dejarán marcados de por vida.