Fue a través de X que la Academia Mexicana de la Lengua (AML) informó que se excluyen del abecedario los signos “ch” y “ll”, ya que en realidad no son letras, sino dígrafos. Es decir, un conjunto de dos letras o grafemas que representan un solo fonema.
Adicionalmente, la AML explicó que ambos signos serían eliminados del abecedario porque ya se encuentran en él, separadamente, pero están incluidos como ‘c’ y ‘l’.
“La eliminación de los dígrafos "ch" y "ll" del inventario de letras del abecedario no supone, en modo alguno, que desaparezcan del sistema gráfico del español”, publicó en X la Academia.
Aunado a ello, la Academia Mexicana de la Lengua sostuvo que su eliminación del abecedario no significa que ya no serán usados, por lo que continuarán utilizándose en la escritura alfabética, así como en la base fonética del sistema lingüístico.
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“El abecedario del español queda así reducido a las veintisiete letras siguientes: a, b, c, d, e, f, g, h, i, j, k, l, m, n, ñ, o, p, q, r, s, t, u, v, w, x, y, z”, se puede leer en la publicación en X.
¿Cómo nace la Academia Mexicana de la Lengua?
Los inicios de la AML se remontan a 1835, cuando celebró sus primeras sesiones el 13 de abril y el 11 de septiembre de 1875. Tras ello, las reuniones se hicieron en casa de su primer bibliotecario, Alejandro Arango y Escandón, situada en la antigua calle de Medinas, número 6 (hoy República de Cuba, número 86), en la Ciudad de México.
En la sesión del 25 de septiembre del mismo año se completó la elección de la primera junta: además del director, José María de Bassoco, fueron elegidos el secretario, Joaquín García Icazbalceta; el censor, Manuel Peredo, y el tesorero, José María Roa Bárcena.