En la actualidad las personas tenemos al menos un nombre y dos apellidos (uno de la madre y otro del padre) que nos distinguen de otras personas. Pero para que esta costumbre de apellidar se estableciera tal como la conocemos, tuvieron que pasar muchísimos años y te contamos cuál es la influencia de los visigodos en este proceso.
Los nombres existen desde hace miles de años, por lo que para distinguir a dos personas que se llamaban igual se usaba el lugar de nacimiento de ellos, así tenemos el caso de Zenón de Elea o Heráclito de Efeso entre los antiguos griegos, pero también se utilizaba el nombre del padre, como Paris, hijo de Príamo, o Sócrates, el hijo de Sofronisco.
Durante el Imperio Romano se utilizó una serie de nomenclaturas para vincular a los miembros de una misma familia: el nomen que relacionaba a los patricios con su gens (familia); así como el cognomen, que provenía del padre en el caso de los plebeyos y para los de la clase alta se usaba como el nombre de la rama familiar.
Todavía en la época medieval, en una España en la que convivían denominaciones árabes, romanas, judías, entre otras, aparecieron entre el siglo X y XI los primeros apellidos como actualmente los conocemos: los patronímicos, que se crean a partir del nombre del padre y que por lo regular llevan las terminaciones: az, ez, iz y oz.
¿Cómo influyeron los visigodos en los apellidos actuales?
Y fueron justamente los nombres visigodos de los que surgieron algunos de los apellidos patronímicos más populares en México: Hernández y Fernández, del godo Firthunands; González del germánico Gundisalv; Rodríguez del germánico Hruotriks y Ramírez del visigodo Ranamêrs.
Previo a los años de la decadencia del Imperio Romano, aproximadamente hacia el año 409 después de Cristo (d.C.) los primeros pueblos germanos llegaron a Hispania (buena parte de lo que actualmente se conoce como España), entre los que se encontraban los vándalos, los suevos y los alanos.
Pero poco después se establecieron los visigodos, desplazaron a los demás pueblos y dominaron la zona hasta la llegada de los árabes a la Península Ibérica.
Si bien su idioma era el gótico, renunciaron a su lengua y sus costumbres para adoptar el latín y la cultura Romana, lo que se muestra en que conservaron los centros culturales del Imperio, como bien señala la doctora en Filología Hispánica de la Universidad de Alicante Susana Rodríguez Rosique en un artículo.
La influencia gótica en la lengua española es escasa, pero se puede apreciar en algunas palabras como: sapône que llegó a jabón, en falda que pasó a falda, orgôli a orgullo y riks a rico, entre otras, así como en los nombres que actualmente forman parte de 5 de los 10 apellidos más populares en México.
¿Cómo llegaron los apellidos a México?
La llegada de los apellidos a México comenzó después de la conquista española, pero como para el siglo XVI de nuestra era todavía no existía el Registro Civil, los encargados de registrarlos eran los curas mediante el Bautismo.
Los ibéricos les pusieron nomenclaturas cristianas y apellidaron a los adultos de origen indígena para otorgarles mercedes, con lo que se reemplazaron los nombres mesoamericanos, de acuerdo a datos de las investigadoras María Elena Villegas Molina y Rosa Brambila Paz.
Desde el año de 1550 se pusieron los primeros apellidos a los antiguos mexicanos, donde el primero fue Sánchez (2 registros), al que le siguió López (2), luego De Luna (3), De la Montaña (1) y Ramírez (1), así como muchos más.
López, Sánchez y Ramírez (este último con influencia de los visigodos) son parte de los 10 nombres familiares más populares en México en la actualidad. _Con información de Prudencio Bustos Argañaraz y El País