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Realeza en México: en este convento de la CDMX vivió (y sufrió) una hija del Rey de España

Nadie comprendía por qué el rey entregó tantas tierras, pero conforme pasaron los años muchos sospecharon.

Actualmente, el convento se encuentra en la calle Jesús María 39 en el centro de la CDMX.Créditos: Google street view
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Durante el virreinato de la Nueva España estaba el único convento que no cobraba dote (patrimonio de la familia) a las novicias que buscaban entrar.

Se fundó por Pedro Tomás de Denia y a pesar de aceptar a las novicias, lamentaba la pobreza de algunas descendientes. Aunque un día, el arzobispo Pedro Moya de Contreras visitó el convento acompañado de una niña de dos años, quien dijo que era su sobrina y era tratada como nobleza, pero ¿quién era esa niña?

Alejada de la realidad

La menor que fue descrita por el escritor Carlos Sigüenza y Góngora mencionó que aquella menor era Micaela de los Ángeles, que al llegar al convento la encerraron y la madre abadesa Isabel Bautista estuvo a cargo de ella.

Y a pesar de que nadie sabía el motivo de su encierro, este convento tuvo un patrocinador que logró posicionarlo como uno de los claustros más elegantes del virreinato quien fue el rey Felipe II.

“¿Cuál fue el secreto que hizo que Felipe II concediera tantas gracias al convento de Jesús María? ¿Qué maravilloso resorte tocaba su Ilustrísima en la carta que dirigió? ¿Cuál era su contenido?”, se puede leer en el libro México viejo.

El rey aceptó ser el “patrón” y entregó 60 mil territorios, aunque todo esto fue entregado para que nadie hablara del mayor secreto que era la niña.

Micaela se mandó a la Nueva España para ocultarla, pues era el resultado prohibido entre la hermana del inquisidor Moya de Contreras y Felipe II.

Este convento es el que está en la calle Jesús María 39, en el Centro de la ciudad, donde se verán los símbolos del rey Felipe II.

¿Y la hija del rey? Micaela de los Ángeles se quedó en el convento hasta que murió por demencia a la edad de 13 años.

Se volvió loca, sin que los mayores esfuerzos y exquisitas diligencias de la medicina, fuesen bastantes a que restaurase el juicio y así vivió el resto de sus días en un cuarto decentísimo que se le fabricó en dicho Real Convento”, finaliza.