Los perfumes son fragancias consideradas elegantes y sofisticadas, pero una de las culturas que empezó a usar algo similar en sus rituales fueron los aztecas, tras envolverse en este humo aromático, como lo llamaban en ese momento.
Los olores eran tan importantes para las culturas mesoamericanas, que lo consideraban divino y era ofrecido a los dioses a través del humo que salía en los alimentos calientes o en ofrendas aromáticas, con olores de sahumerios de copalli, inciensos y flores.
Sin embargo, las flores fueron el símbolo aromático de las sociedades prehispánicas, considerados como los perfumes de la época, pues estos eran representados en códices, mencionó la Doctora en Historia de las Religiosa, Élodie Duprey García de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Los perfumes de los aztecas
Algunos dioses supuestamente tenían olores favoritos, pero había tres olores que los utilizaban para los ritos y perfumar:
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- Cempoalxochitl (Tagetes lucida o tagetes erecta, conocida como cempasúchil)
- Yiexochitl (flor de tabaco)
- Iztahyatl (Ludoviciana mexicana).
De acuerdo con el artículo realizado por la Doctora en Historia de las Religiosa, Élodie Duprey García, señaló que había diferentes maneras de darle olor a la atmósfera de donde vivían los aztecas, una de ellas era una corona con guirnaldas de las “fragantísimas” mientras deambulaban por la calle perfumándolas con un ramillete en la mano.
También eran utilizadas para realizar bailes y ritos donde vestían las guirnaldas, pero en las veintenas se realizaban rituales a tlaxochimaco, donde recolectaba gran variedad de flores silvestres que eran trenzadas y puestas a adornar las estatuas de los dioses.
Otro rito era el de xochimanalo que significa “se ofrecen flores”, pues supuestamente “nadie podía olerlas antes de ofrendarlas, antes de depositarlas como ofrendas” y de acuerdo con el artículo para que estas flores pudieran tener olor, se utilizaban las pieles arrancadas a las víctimas y de ahí salió a la luz “el mito de la creación de las flores”.
Según la investigación, emanaba una pestilencia tal “heder como perros muertos” donde se colocaban las pieles y saltaban por todo el lugar. Al acabar el entierro, se purificaban con harina de maíz, “se lavaban el cabello y se daban palmadas para quitarse la roña”.
En diferentes épocas, del año, se realizaban tales veintenas para los dioses el cual se usaban pieles y flores y de estas iban de Tozoztontli a Ochpaniztli con el fin de poder disfrutar de los perfumes.