Camila González tiene 20 años y se lava los dedos, mientras los ácidos gástricos le funden la garganta como prueba de su bulimia nerviosa. Comió hace 10 minutos, pero sus antojos se alejaron de las horas y “alimentos sanos” que le recetan para bajar de peso.
A los 3 días va al nutriólogo. Sorpresa. Bajó el kilo semanal que habían acordado y la felicitan porque cada día está más delgada, “más bonita” para el resto.
En México, el caso de Camila es parte del 10 por ciento de las mujeres que padecen algún grado de Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA), como citó la legisladora Ana Laura Bernal Camarena en la Cámara de Diputados en 2019.
El último reporte de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) registró alrededor de 20 mil casos anuales, pero eso fue en 2018, mucho antes de la pandemia. Estudios posteriores al COVID-19 dieron a conocer un incremento de casos de cerca del 20 por ciento, según instituciones como Fundación Fita y Fundación ANAR.
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“Los TCA ya son un problema de salud pública”, señala Mariana Félix, nutrióloga con certificación en psicología alimentaria que atiende casos de este tipo. “Son enfermedades mentales que de hecho tienen la tasa más alta de mortalidad”.
El reto es que en México no existen registros claros ni consistentes sobre la prevalencia de los desórdenes alimenticios. Eso, ligado a profesionales de salud poco capacitados para identificar conductas de riesgo, eleva el número de candidatas potenciales a padecer un trastorno.
La idealización de la delgadez, las dietas estrictas y las familias controladoras son parte del caldo de cultivo que hoy en día mantiene a miles de personas, principalmente mujeres, atrapadas en cuerpos que no reconocen y con TCA que desconocen.
De hecho, parte de los retos de las nutriólogas no pesocentristas, como Félix, ha sido concientizar que una persona no necesita estar en los huesos para padecer un TCA. “Solo un 10 por ciento de las pacientes son extremadamente delgadas”, señala.
Peso = Salud: el negocio de la delgadez
Anorexia, bulimia, trastorno por atracón, vigorexia, ortorexia y la diabulimia son solo algunos de los TCA que pueden ser diagnosticados en una persona. Sin embargo, en muchas ocasiones los profesionales de la salud solo se centran en el peso para atender a sus pacientes.
“40 kilos son demasiados para una niña de tu edad”, escuchó decir Sara Ramos a un pediatra cuando ella solo tenía 8 años. Desde entonces desarrolló conductas desordenadas con su alimentación y comenzó a tener dismorfia corporal.
La violencia psicológica en los procesos de nutrición es un tema frecuente. De hecho, el 100 por ciento de las pacientes de Félix refirieron haber recibido comentarios ofensivos o discriminatorios sobre su apariencia. Todo por un fin: bajar de peso a toda costa.
“En el mejor de los casos creen que lo hacen por un bien”, señala Sara, quien ha visitado a cinco nutriólogos a lo largo de su vida. “Ellos saben que van a terminar en un consultorio haciendo que la gente baja de peso”.
De los 13,300 profesionales de la nutrición que se registran en México, unos pocos están capacitados para atender TCA. El sueldo promedio para ellos es de 9,000 pesos, mayor al de muchos especialistas sanitarios, de acuerdo con Data México.
Los protocolos para la atención de TCA son casi nulos durante la carrera de nutrición, lo que ha generado un sesgo en su formación que normaliza las conductas de riesgo.
“No se le da esta importancia a la nutrición en la salud”, explicó Félix. “Parece que cuando tú hablas de nutrición, automáticamente piensas en bajar de peso y eso se ha mercantilizado (...) si hablamos de que nuestra mente, salud y peso son lo mismo, pues es algo que deja bastante dinero”.
“Todas en el mismo molde”: el origen del TCA
Los TCA son multifactoriales, aunque ciertas características pueden tener una influencia importante en las personas afectadas.
Un estudio realizado a mujeres españolas y mexicanas por la Asociación Mexicana de Trastornos Alimentarios reveló que las mujeres en México presentan un Índice de Masa Corporal (IMC) más alto que en España, ligado a más conductas de riesgo, mayor insatisfacción corporal y una preocupación más amplia por mantener o disminuir su peso.
Sin embargo, Viridiana Arteaga señala que su entorno social fue parte importante del desarrollo de su TCA en la adolescencia.
“Mi hermana era muy delgada, entonces siempre era como la constante comparación de que ella está bonita, ella tiene el cuerpo bonito y tú no, ella está güerita y tú estás morena”, recordó.
Con el tiempo comenzó a hacer dietas restrictivas que la hacían subir y bajar de peso. Al igual que Sara y Camila, las conductas de riesgo de Viri, como le gusta que le digan, comenzaron a detonar en un desorden alimenticio que sólo trató años después, cuando pidió ayuda tras la desaparición de una de sus amigas.
“Para mí era una frustración el ‘no ha bajado ni un kilo’ y el ‘en vez de bajar subí uno’ y el ‘en vez de bajar medidas, ya subí dos centímetros’. Era como una presión de que a huevo tengo que bajar, si no, estoy perdiendo el tiempo a pesar de hacer todo lo que estaba a mi alcance”, explicó
La culpa es de uno de los grandes aliados de los TCA. La cultura de dieta ha fomentado que haya remordimiento al comer algo catalogado como “malo” y eso, aunado a un entorno social nocivo crean una ecuación perfecta para un desorden alimenticio.
“Esta es una enfermedad social”, señala Sara. “Me impactó darme cuenta que éramos de manual, que veníamos de padres que habían sido muy exigentes, la mayoría abusadas en la infancia, la mayoría sobrevivientes de traumas”.
En 2021, un estudio de Ipsos a nivel global estimó que el 45 por ciento de las personas estaban en busca de perder peso, dos tercios de ese total se encuentran en Argentina, Chile y, por supuesto, México.
Más de la mitad de las personas señaló que harían ejercicio y comerían “más sano”, lo cual no es sinónimo de ser saludable. Mientras un 44 por ciento señaló que intentaría reducir su ingesta de alimentos, lo que se traduce en restricción.
“Las dietas no funcionan”, explicó Camila. “Te restringes mucho porque no están adaptadas a tu estilo de vida, a tus horarios y hábitos y luego cuando no lo puedes mantener, caes en crisis”.
Hoy en día, activistas antigordofobia y profesionales no pesocentristas de la nutrición alzan la voz para dejar de normalizar los TCA.
Sin embargo, "Una persona que tenga la intención de perder peso, con esta ‘educación’ que se da en la consulta, son precisamente conductas de riesgo recomendadas por un nutriólogo”, señala Félix.