La historia ha estado manchada por conflictos bélicos alrededor del mundo y el siglo XX no fue la excepción, dentro de estos episodios convulsos de la historia se encuentra el de la dinastía Romanov, la última familia real de Rusia, que fue brutalmente asesinada en 1918 y a partir de la cual se construyó todo un mito, el de Anastasia.
Además, el asesinato de los Romanov trajo consigo el misterio de los restos mortales de los siete integrantes de la familia Romanov; y el del paradero de la duquesa Anastasia, quien se especuló fue la única sobreviviente de la terrible masacre.
La dinastía Romanov llegó a Rusia en el siglo XVII y por más de 300 años gobernó con mano de hierro a través de zares que trajeron consigo poder y crecimiento por toda Europa, y que la llevaron a conquistar territorios que ocupaban un sexto de la superficie total de la Tierra.
La dinastía Romanov fue considerada como una de las más sanguinarias en la época moderna, que no dudaron en torturar o matar a sus propios hijos, cónyuges o padres en medio de sus constantes pujas de poder. De sus 20 monarcas, solo pocos murieron por causas naturales, hasta su abrupta caída con la Revolución Rusa en 1917.
A solo unos meses de que terminara la Primera Guerra Mundial, el pueblo ruso comenzó a alzar la voz contra la gran inflación que había en el país, la escasez de alimentos y las políticas internacionales que había dictado el zar Nicolás II. Las protestas se intensificaron y terminaron por derrocar el régimen de la familia Romanov.
El trágico final de los Romanov
En ese entonces, los últimos miembros de la dinastía Romanov eran el zar Nicolás, su esposa Alejandra y sus cinco hijos; Olga, Tatiana, María, Anastasia y Alekséi, heredero al trono; una familia que, de acuerdo a los relatos, era unida y feliz.
En febrero de 1917, la revolución cumplió con uno de sus objetivos y provocó la destitución de Nicolás II como zar de Rusia; él y su familia fueron capturados, los bolcheviques se rebelaron y Valdimir Lenin tomó el poder.
Luego de ser capturada, la familia Romanov fue encarcelada y trasladada a la Casa Ipatiev en Ekaterimburgo, pero tras algunos días encerrados, las tropas bolcheviques irrumpieron el sótano del lugar y asesinaron a cada uno de los miembros de manera feroz; a tiros, bayonetas y apaleados, sin dejar un solo rastro de aquella dinastía tan poderosa.
Sus cuerpos fueron llevados a un bosque los desnudaron y mutilaron para no dejar rastro del atroz crimen. El paradero de los restos mortales de los últimos miembros de la gran dinastía Romanov quedó en un misterio sin resolver; o eso se creía.
El misterio de la princesa Anastasia
Dos años después del asesinato de la familia Romanov, una joven suicida fue rescatada del río Spree en Berlín, Alemania, por miembros de la policía local y trasladada a un hospital psiquiátrico. Ahí, una enfermera rusa que había escapado de los bolcheviques unos años antes notó algo particularmente familiar en el rostro de la chica, un gran parecido a la gran duquesa Anastasia.
La joven se identificó como Anna Anderson, asegurando que era la misma Anastasia Romanov que había sido atacada años antes; para sorpresa de propios y extraños, aseguró que logró sobrevivir a la masacre gracias a un soldado que la rescató y la ayudó escapar cuando estaba malherida.
Sus relatos, casi perfectamente contados sobre la vida de la familia imperial y el parecido físico con la descendencia Romanov hicieron que la comunidad mundial afirmara que realmente podía tratarse de la verdadera Anastasia.
Aunque la mujer siguió con su vida asegurando que era la legítima heredera al trono de Rusia, tras su muerte en 1984 se le realizaron pruebas de ADN que demostraron que no era Anastasia.
Sin embargo, el hallazgo que sorprendió a todos fue que tampoco se trataba de Anna Anderson, sino que su verdadero nombre era Franziska Schanzkowska, una mujer nacida en Polonia que desapareció en marzo de 1920 y perdió la memoria después de un accidente en la fábrica donde trabajaba.
A falta de identidad, la mujer adoptó la personalidad de Anastasia Romanov, cuya historia conocía gracias a relatos que le contaba su marido; fue tanta la atención y admiración por la duquesa, que su mente la hizo creer que en realidad era ella.
El misterio de la identidad de la chica ya había sido resuelto; sin embargo, aún quedaba la duda del paradero de los cuerpos de la familia real.
Después de la caída de la Unión Soviética un grupo de investigadores se dio a la tarea de localizar la tumba donde los cinco miembros de la familia Romanov habían sido enterrados y en 1991 ubicaron una fosa con nueve cuerpos; dos años más tarde tras análisis de ADN se comprobó que los restos eran los del zar, la zarina, Olga, Tatiana y Anastasia Romanov.
En 2007 se hallaron cadáveres carbonizados enterrados cerca de la primera fosa, y el ADN mostró que correspondían a María y Alexei, con lo cual quedó demostrado que no hubo sobrevivientes.