Por su actuación como abuelita amorosa y al mismo tiempo severa, Sara García pasó a ser uno de los íconos más importantes del Cine de Oro mexicano, pero su vida estuvo plagada de tragedias que poco se conocen.
La primera de ellas ocurrió incluso antes de que llegará al mundo en 1895, pues sus padres Isidoro García Ruiz y Felipa Hidalgo Rodríguez, ambos originarios de Andalucía, España, sufrieron la pérdida de diez hijos por lo que Sara no tuvo hermanos.
La suerte parecía cambiar para la pareja cuando a Don Isidoro, que era arquitecto, se le encomendó restaurar la catedral de Monterrey, donde por fin la pareja pudo tener a una hija que nació el 8 de septiembre de 1895 y logró sobrevivir.
Sin embargo, en 1900 la tragedia volvió a aparecer en la vida de los García Hidalgo cuando una tormenta hizo que el río Santa Catarina (que separaba la casa de la familia del colegio de la niña) se desbordara y tumbara el puente que lo cruzaba.
Tras largas horas de angustia, los niños de la escuela pudieron regresar del otro lado del río, entre ellos Sara García, pero el miedo de don Isidoro al creer que perdería a su única hija le provocó un derrame cerebral días más tarde.
Aunque doña Felipa decidió viajar a la Ciudad de México para internar a su marido y poder salvarlo, éste murió poco tiempo después de llegar.
La vida pareció volver a recuperar su ritmo, pero en 1905 la niña que se convertiría en la abuelita de México enfermó de fiebre tifoidea y aunque pudo recuperarse terminó contagiando a su madre, lo que resultaría mortal para Felipa.
Sara quedó huérfana entonces y quedó bajo la tutela de Cecilia Mallet, la directora del colegio de las Vizcaínas, donde estudiaba.
Con el paso de los años, Sara se hizo una joven que desarrolló sensibilidad por el arte, lo que le valió un empleo en el colegio de las Vizcaínas como profesora de dibujo hasta que en 1917 logró su primera aparición en cine como personaje extra en la cinta de Joaquín Coss, En defensa propia.
Sara fue poco a poco abriéndose paso en la industria del cine, dejó su trabajo como profesora, e incluso se casó con Fernando Ibáñez, de quien se divorció tiempo después tras una infidelidad.
Del matrimonio nació en 1920 María Fernanda Ibañez, la única hija de Sara García; de quien la actriz se encargó tras el divorcio y poco a poco fue contagiándola de su amor por el arte, hasta que siguió sus pasos en la actuación.
Aunque comenzó haciendo papeles de extra en algunas películas, María Fernanda tuvo la oportunidad de compartir créditos al lado de Sara en No basta ser madre e incluso conocería a Jorge Negrete en su primer papel protagónico, La madrina del diablo, y lograría enamorarlo, aunque la relación no prosperó.
La tregua con la vida terminaría el 17 de octubre de 1940, mientras Sara estaba sobre el escenario de un teatro, su hija había muerto con apenas 20 años a causa de la enfermedad que le había arrebatado a su madre: la fiebre tifoidea.
Sara no volvió a casarse y tampoco tuvo más hijos, se concentró con mayor rigor a su carrera actoral y, cuando finalmente aceptó su papel como la abuela eterna del cine, comenzó a ser reconocida como tal. Fue en estos años que cruzó caminos con Pedro Infante para las películas Los tres García y Vuelven los García.
En ese mismo año, 1940, la actriz hizo su primer papel de abuela en Allá en el trópico y con el que se consagraría como actriz, gracias a las cintas de Ismael Rodríguez, en las que Pedro se convertiría en su nieto postizo favorito.
El “Ídolo de México” le tendría tanta estima y respeto a Sara que todos los días de la madre le llevaba serenata.
La amistad entre ambos siempre se proyectó en el cine y, muchos años después, Sara contaría la estima que le tuvo. Por ello no es de sorprender que esta intérprete fue una de las tantas estrellas que padeció la muerte de Infante el 15 de abril de 1957.
Se dice que Sara no dejaba de llorar durante el funeral del también cantante. Mucho tiempo después, en entrevista para Félix Sordo, se expresó así del actor: “Yo lo recuerdo con mucha ternura y lamentando profundamente todavía el que se haya muerto”.
Finalmente, el 21 de noviembre de 1980 México perdió a su abuelita ideal, pero a su funeral en el teatro Jorge Negrete, asistieron miles de personas.
Fue enterrada en el panteón Jardín mientras Lucha Villa interpretaba “Mi cariñito”. La misma canción había sido cantada por Pedro Infante en la escena de su muerte 34 años antes en Vuelven los García.