La noche del martes 18 de abril se registró un sismo de magnitud 5.1 con epicentro al sureste de Petatlán, Guerrero. Lo más curioso es que no se activó la alerta sísmica en los altavoces de la Ciudad de México, ya que no se ameritó porque la estimación de energía en los primeros segundos, no superó los niveles preestablecidos, de acuerdo con la cuenta oficial de Alerta Sísmica SASMEX.
Sin embargo, existen otras apps que alertan por temblores y que sí cumplieron su función, como es el caso de SkyAlert, la aplicación para detectar sismo por excelencia que avisó a los usuarios de su ubicación con intensidad FUERTE en su epicentro, pero MODERADO para los habitantes de la CDMX.
¿Las nubes aborregadas presagian un temblor?
Muchas personas creen que la presencia de nubes aborregadas en el cielo son señal de un sismo, aunque de manera natural son un espectáculo para la vista, muchas veces pueden malinterpretarse con sucesos inminentes.
¿Qué significan las nubes aborregadas?
Al cielo aborregado científicamente se le denomina “Altocumulus floccus”, se forman debido a una inestabilidad atmosférica y la llegada de un frente frío que origina la formación de cristales helados con gotas líquidas.
De acuerdo con el historiador romano Plinio el Viejo, quien estudió los fenómenos naturales, etnográficos y geográficos y los compiló en una enciclopedia en el siglo XVI, describió la formación de curiosas nubes que aparecen antes de los terremotos:
“Hay también un indicio en los cielos: cuando se acerca una sacudida, ya sea durante el día o poco después del ocaso, en el cielo despejado se extiende una nube como una línea fina y larga”.
Para muchos sismólogos actuales, la observación carece de fundamento, pero el químico de origen chino, Zhonghao Shou, después de estudiar varias imágenes satelitales de las nubes, sostuvo que sí existe una relación entre las nubes ‘no meteorológicas’ y los sismos.
De acuerdo con Shou, estas nubes que aparecen de forma repentina pueden avisar del epicentro observando uno de sus extremos y ofrecer indicios de su magnitud según sea su longitud. Otra de sus conclusiones asegura que, en promedio, el temblor puede presentarse al mes de la aparición de la nube.