Muy de tabernas, carcajadas y hombres de barba chocando sus tarros con la espuma desbordante. Esa es la imagen que suele compartirse cuando se hace referencia a alguna escena medieval con cerveza en mano.
Pero la verdadera historia que nadie te contó es que mientras los hombres bebían el trago prometido, las mujeres con sombreros puntiagudos, encuentra National Geographic, -más tarde acusadas de brujería- fueron la ‘mente maestra’ que lo inventó. Ellas protagonizaron su elaboración, en lo doméstico, perfeccionando el arte en una delicada metamorfosis. La industria cervecera les debe una grande.
¿Y la escoba? La revista mencionada señala que las mujeres daban aviso de que la cerveza estaba lista colocando una escoba en la fachada de la casa.
Sería una monja, más tarde santa, quien se convirtió en la maestra cervecera y fue ella la responsable de diseñar la fórmula exacta con la que se elabora la cerveza hoy en día. Hildegarda Von Bingen añadió el gran ingrediente que faltaba en la ecuación: el lúpulo. Lo mezcló con el mejunje y cambió la historia. ¿Acaso tuvo una visión divina?
La “mística feminista”, como hace referencia National Geographic, fue una monja alemana nacida en 1098. Visionaria, profeta, líder influyente, teóloga, poetisa, escritora, compositora, botánica y herbolaria… venciendo el miedo ante sus visiones y profecías desde su muy corta edad, refutó el mandato patriarcal fracturando una realidad medieval solo contada por hombres en una sociedad que acusaba a las mujeres de encarnar la mayor de las maldades y tentaciones.
Muy adelantada a sus tiempos, sus manuscritos iban desde lo espiritual, lo Divino y lo cosmológico hasta la filosofía, el arte, la medicina, la sexualidad y la reivindicación femenina. Se atrevió a hablar por primera vez sobre la necesidad del placer y el orgasmo de las mujeres, y con sus obras tumbó el mito de que el disfrute sexual fuera cosa del diablo, y al contrario, lo describió como “poderoso” y sin tapujos.
Mucho tiempo después, fue santificada… hasta el año 2012.
‘Las diosas con A’ y la cerveza
Nos remitimos hasta la temprana Mesopotamia, según diversas fuentes consultadas como World History Encyclopedia, para hablar de los orígenes de lo que hoy es una de las industrias más importantes del país. México es el principal exportador de cerveza a nivel global (1 de cada 5 cervezas en el mundo es mexicana), el cuarto productor y esta actividad representa el 1.6 por ciento del PIB nacional, de acuerdo con Cerveceros de México.
Y fueron las mujeres -sacerdotisas en algunos casos- quienes ‘al principio de los tiempos’ decidieron mezclar granos de cereal, hierbas y agua para obtener un brebaje con fines estrictamente nutritivos y, así, atacar el hambre. Este proceso, a base de cebada, fermentaba de forma casi espontánea.
Algunos refieren que los hallazgos se remontan a Sumeria (Irán, actualmente) entre los 3,500 y 3,000 a.C., y ya hacia el 2050 a.C., obtenía un importante carácter comercial. Babilonia la perfeccionó y Egipto la ensalzó.
Los sumerios la amaban tanto que le atribuyeron su creación a los dioses… Tenían razón, salvo que se equivocaron en una vocal: fueron las diosas con ‘A’.
Tan importante fue que la cerveza encarnó en una deidad, Nin-ka-si, que significaba “la dama que llena la boca”, recoge World History. Con el paso del tiempo, y una receta más cuidada, las mujeres se convirtieron en las únicas guardianas de un tesoro dorado que, además, fue capaz de regalar un estado de placer y relajación.
Ellas también eran las dueñas de las licencias y equipos de producción, dice The Conversation, hasta que llegó la Edad Media y casi todo se derrumbó… para ellas. La propiedad intelectual y la comercialización pasó a manos de los ‘señores’.
Casualidad, para entonces, la cerveza ya era un bien muy preciado y aunque se elaboraba para consumo doméstico, los excedentes se vendían para obtener ingresos extra o lograr independencia económica, según rastrea la Universidad de Alcalá. “Ellas seguían trabajando, pero el producto ya no era suyo. Y el dinero que redituaba, tampoco”.
Hildegarda: su misticismo y el lúpulo
Después de que Roma categorizó a la cerveza como la bebida tomada por los bárbaros, llegó el medievo, y el gusto de nuevo fue en ascenso.
Era normal desayunar cerveza por su componente nutricional. Se popularizó rápidamente pues también, gracias a su proceso de hervido, era más segura y sana beberla que las aguas insalubres de la Edad Media. Se hacía con gruit, una mezcla de hierbas y especias que daba sabor, aroma y color, pero que no permitía una larga exposición.
Hasta que llegó Hildegarda Von Bingen, también llamada “Sibila del Rin”, quien dio el gran giro agregando el lúpulo, planta de la misma familia del cannabis, cuyos hallazgos así como los de infinitas plantas y elementos compartió en su obra Physica, que según el sitio loopulo.com, logró eco entre el clérigo, y finalmente, la expansión de los monasterios hizo que se difundiera por toda Europa.
Von Bingen encontró una fuerte correspondencia entre el agua contaminada que causaba enfermedades generalizadas, lo que la condujo al estudio profundo del lúpulo.
Consiguió grandes aciertos: la bebida se conservó por mucho más tiempo, controló la fermentación de manera más efectiva, brindó el amargor que la caracteriza hasta el día de hoy con un equilibrio entre sabor y aroma, y evitó muertes por el agua contaminada.
Así, la tradición a base de hierbas se fue perdiendo porque Hildegarda descubrió, además, que el lúpulo tenía propiedades medicinales y, por otro lado, se encontró que era mucho más barato y su uso era mucho más sencillo. Fue Alemania la que se encargó de dictar nuevas leyes en 1516 que estipulaban su uso obligatorio en la cervecería.
Ingresada desde pequeña a la comunidad religiosa por las pocas posibilidades de contraer matrimonio debido a su ‘condición enfermiza’, Von Bingen sacudió los hoy llamados ‘círculos de Toby’ en la Iglesia escribiendo infinidad de obras sin precedentes y llegando a fundar una abadía independiente conformada por mujeres en 1165. Hoy es catalogada Doctora de la Iglesia.
La escritora alemana Anne Lise-Marstrand especifica que sus padres la entregaron a los 10 años porque sabían que esa niña que había nacido enferma, también había sobrevivido de forma inesperada. "No es como las demás, les da miedo y quieren protegerla del mundo", le dijo a EFE Feminista.
Von Bingen bien se convirtió en abadesa, se codeaba con la realeza para asesorarla en temas políticos y desafió la ley de la hoguera siendo la primera mujer que predicó el mensaje Divino en público. La primera también en revelar la integración mente, cuerpo y alma. Profundizar y develar sobre Dios, el Cosmos, los Ángeles y la Naturaleza hasta la Psicología, la Anatomía, aspectos filosóficos de la vida, las enfermedades, su causa y su ‘cura holística’. Así como la revolución urgente que necesita(ba) la Iglesia.
'El orgasmo no era fruto del pecado'
Hildegarda se aventó al ruedo de los tiempos de ‘brujas’ afirmando que lo Divino era tan femenino en Espíritu como masculino, y que ambos elementos eran esenciales para la plenitud, según World History. En su obra Causa et Curae dedicó largas páginas para describir lo que ocurría en el momento de la concepción, el deleite físico, la fecundación, la virilidad, el parto, y los cambios en el aparato sexual tanto de hombres como de mujeres en distintas edades.
Exaltó la existencia del placer y el orgasmo femenino “sin juicios morales” -esto último como dice la BBC- , y lo describió como la fuerza espiritual que envuelve la semilla del hombre en el vientre y la mantiene allí, recoge World History.
"...Cuando la mujer está en unión con el hombre, entonces el calor de su cerebro, que tiene el placer dentro de sí, prefigura el gusto de ese placer en la unión, así como la efusión de semen del hombre…”.
En su Libro de las sutilezas, dice National Geographic, trató con bondad lo relacionado con el aparato reproductivo de la mujer, estudiando también por primera vez la menarquía y la menopausia.
Así, se enfrentó a las acérrimas estructuras para deconstruir el pensamiento de que el acto sexual era fruto del pecado, e invalida el marco de que la mujer era ‘impura ciudadana de segunda clase, corrupta y negativa’, exaltando, al contrario, las espléndidas virtudes de esta figura que habría ‘conquistado el mundo’.
Lo ocurrido en el Jardín del Edén no fue culpa de Eva sino del mismo ‘demonio’, encuentra la BBC sobre los escritos de Hildegarda. "Celoso de que ella tenía el poder de dar la vida, había envenenado el fruto de la tentación y Eva, tan humana como Adán, no había podido resistirse.
"Y la sangre que verdaderamente manchaba y era ‘maléfica’ no era la de la menstruación, sino la que se derramaba en las guerras".