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CULTURA Y EXPOSICIONES EN CDMX

(FOTOS) Bellas Artes ‘abraza’ a 'Xibalbá, el Inframundo de los mayas' de Rina Lazo

La exposición temporal de la artista guatemalteca Rina Lazo, que tiene como centro el mural que terminó dos días antes de fallecer en octubre de 2019, estará abierto al público del 24 de abril al 27 de julio de 2022.

Rina Lazo.La exposición temporal 'Xibalbá, el inframundo de los mayas' cerrará hasta el 24 de julio.Créditos: Juan Carlos García
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La última obra de la artista guatemalteca Rina Lazo, Xibalbá, el inframundo de los mayas (2019), se convirtió en el primer mural hecho por una mujer que tendrá espacio dentro del Museo del Palacio de Bellas Artes en la Ciudad de México.

El mural, que fue terminado el 30 de octubre de 2019, dos días antes de la muerte de Lazo, tendrá un espacio clave dentro del recinto que ocupa piezas de los llamados tres grandes muralistas nacionales: Diego Rivera, maestro y colaborador de la creadora centroamericana en los años 40 y 50 al llegar a México, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros.

Para Dina Comisarenco, la curadora argentina de la exposición que inicia este 27 de abril y finaliza el próximo 24 de julio de 2022, la exhibición de la pieza de Lazo marca un hito en la historia y difusión del arte mexicano.

“No había llegado una sola obra de este calibre creada por una fabulosa mujer. Esto es algo muy importante y espero marque un cambio radical en el país”, explicó, “desde el nacimiento del movimiento muralista es que se van filtrando ciertas ideas y se descartan otras; piensa mucha gente que solo es Rivera, Siqueiros y Orozco, pero participaron más mujeres y más gente”.

“Está inspirado en el Popol Vuh y en sus memorias, así como de una investigación más amplia donde hay más fuentes mesoamericanas; también son experiencias de infancia. Cuando escuchamos: ‘Rina Lazo fue alumna de Diego Rivera’, parece que se establece una jerarquía, pero eso no siempre puede pasar, sino que incluso ella podría superar al maestro”.

Además, para la también investigadora y Doctora en Historia del Arte, quien durante el inicio del confinamiento por la pandemia de COVID-19 realizó un curso en línea sobre “Muralistas mujeres en México” con ayuda del Colegio de San Ildefonso, es de suma importancia la inauguración de esta obra en el Palacio, puesto que se vive una ola de violencia contra las mujeres y esto ayuda a darle más impulso y visibilidad a estos casos de abuso.  

 

De acuerdo con la arquitecta Rina García Lazo, hija de la artista, éste lo hizo durante muchísimos años; comenzó entre el 2009 y 2010, pero quería hacerlo desde hacía mucho tiempo. Este no fue por encargo, relató, sino por gusto y comenzó trazándolo de a poco, aunque lo iba dejando.

“Lo iba postergando y siempre lo tenía presente, pero fue a a partir del 2016 que lo comenzó a retomar; sin embargo, mi mamá dejó de pintar año y medio, cuando falleció mi papá (en abril de 2017). Hasta 2018 retomó la pintura del mismo”, comentó, “la parte superior la realizó en los últimos meses de su vida; pues al inicio le costaba y, puesto que no tenía un andamio, colocaba una silla sobre una mesa para alcanzar la altura; en tanto, terminó la pieza dos días antes de fallecer, el 30 de octubre. Para el 1 de noviembre ya no amaneció. Culminó su obra”.

García Lazo detalló que este 26 de abril, a un día de abrir la exposición en el Palacio, se culmina uno de los deseos de su madre, pues el diálogo junto a los muralistas mexicanos sigue vigente.

El director del Museo del Palacio de Bellas Artes, Miguel Fernández Félix, quien acompañó a la curadora y arquitecta en la rueda de prensa, recordó la historia de la artista guatemalteca desde que llegó a México en 1946, ayudó a Diego Rivera con Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central (1947) para el Hotel del Prado, se hizo acreedora para ganar el concurso que le otorgaría una beca en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado en la capital mexicana y el crear su primer mural para 1949.

 

“Ella se decía mesoamericana. Es una artista que, desde que llegó en 1946 a México, no solo se instala, sino que deja una huella del arte mexicano que poco se ha estudiado en la historia del muralismo en nuestro país”, remarcó, “la trayectoria que Rina Lazo vino haciendo en el 46, su relación con Diego Rivera y su presencia se ve reflejada, así como con Arturo García Bustos, con estos artistas comprometidos con el entorno social”.

¿Qué es y cómo está hecho el Xibalbá, el inframundo de los mayas?

El mundo y visión maya, así como su infancia, fueron origen dentro de esta obra de Rina Lazo, una pieza que conjuga parte del relato del Popol Vuh y la creación del mundo; es la aventura de triunfo de los dioses gemelos Hunahpú y Xbalanqué, de acuerdo con la curadora, contra los dioses de la muerte que dan origen al hombre a partir del maíz.

“El pensamiento de Rina tenía una experiencia muy espiritual; sus murales son como un libro completo que desarrolla por capítulos; habla sobre el maíz, el cacao, combina sus vivencias de infancias y su investigación”, explicó Comisarenco.

Respecto a la relación con Rivera, la experta señala que siempre respetó mucho a su maestro. Esto porque la ayudó a matizar situaciones: Comentaba que lo que aprendió no tiene precio, pues no tiene que ver solo con técnicas sino con carácter político.

La obra, que concluyó dos días antes de su muerte, no está ceñida a una visión política solamente, sino a una conexión intima de empatía con la cultura maya donde también se mira reflejada y, por este motivo, es que una de las últimas partes en cerrar Xibalbá fue su autorretrato, uno donde camina hacia el inframundo con un vestido donde sobresale una pierna que, próxima al espacio de los muertos, se mira como un fémur expuesto. Se hace hueso. Deja de ser carne.

La pieza es transportable, a diferencia de las realizadas por Rivera en la Secretaría de Cultura o en el Palacio Nacional de la Ciudad de México; está hecha sobre un bastidor de tela preparado con todas las características de un mural, de tres metros de alto por cinco de ancho aproximadamente.

Entre los materiales destacados se usó el rojo ocre, preparado con meticulosidad con emulsiones hechas a partir de minerales, este se realizó al temple y siempre fue producto de una capa transparente repasada una y otra vez; asimismo, esta técnica, de acuerdo con su hija, parecía que tomó una tonalidad similar al óleo hacia el final luego de haber remarcado una y otra vez, una y  otra vez para el color.

Las mujeres en el muralismo mexicano

Para la curadora e historiadora del arte, Dina Comisarenco, ha existido un eclipse para el trabajo de las mujeres en al arte a lo largo de todo el siglo XX; esto lo narra en su libro Eclipse de siete lunas. Mujeres muralistas (2017), donde explica cómo han quedado segregadas sus ideas, situación que se reprodujo hasta quedar invisibilizadas, pues no se escribe ni habla de su trabajo y queda olvidado. Sin embargo, ahora se conoce al menos el nombre de obras y algunas mujeres.

“En el caso de Rina Lazo, ella fue una de las mujeres que más produjo a lo largo de su vida y tuvo mucho reconocimiento; primero ganó un concurso para realizar la obra facsimilar de los murales de Bonampak y después se le encargó un mural para el Museo Nacional de Antropología e Historia”, señala la curadora, “cuando hizo este último mural (Xibalbá), fue por un tema que le interesó sin tener un encargo oficial”.

La historiadora, que pertenece al Sistema Nacional de Investigadores, relata que su última obra comenzó a ser conocida porque mucha gente recorría su casa y con el tiempo éste proyecto llegó a varios interesados quienes querían conocerla; en tanto, con el apoyo de los equipos respectivos y la Secretaría de Cultura, ésta pudo llegar al Palacio las intenciones de la artista se hicieron realidad: el sueño de que el pueblo mexicano conociera esta obra.

La obra de Lazo, que se reconoce como miembro de la Escuela Mexicana de Pintura, genera un diálogo en Bellas Artes junto a Siqueiros, Rivera y Orozco debido a la apreciación de la diversidad y riqueza no es solamente dedicada a la temática histórica con connotaciones de tipo nacionalista.

“Es muchísimo más amplía, tanto en lo temático como en lo físico. Mostrarnos cómo realmente la pintura mural es muchísimo más de lo que estamos acostumbrados a pensar. La relación que tiene con culturas mesoamericanas”, explica respecto a la exposición que arrancó este miércoles, “por un lado es muy íntima porque tiene que ver con muchos recuerdos de infancia de la artista; por otro, guarda respeto por la cultura que la hizo estudiarla, en lugar de tener esta visión que podemos llegar a pensar es colonialista porque de alguna forma el Popol Vuh fue traducido al español después de la Conquista”.

La desmarca de pensar a la cultura maya, desde un concepto religioso que tiene que ver con lo cristiano, al pensar en el inframundo como el infierno, pues rompe esa visión y conecta más con pensar a Xibalbá, el inframundo de los mayas como la continuidad del ciclo vital. La dualidad de la vida y la muerte.

“Lo que hicimos en la museografía fue complementar la obra; se eligió un color azul de fondo para resaltar ese color naranja que predomina en toda la composición y que tiene que ver con un recuerdo de la infancia de Rina; una vez, al pasear por Cobán, la pintora dijo haber visto un prado verde que, al ser iluminado por el bajar del Sol, todo se tiñó de color naranja y la hizo sentir algo muy especial. Soledad y completud. Ese sentimiento oceánico que a veces tenemos los seres humanos de ser uno con el universo. Quisimos resaltar ese sentimiento”, reparó la especialista.

Esto incluye dos paneles al lado del mural: uno donde explica al mural con esa relación enfocada en momentos del Popol Vuh y de la epopeya de lo divino que se puede ver y otro más donde narran la vida de la muralista, así como un par de videos que impulsan las ideas de Rina, en propia voz, sobre su trabajo.

 

Visibilizar la perspectiva femenina

Comisarenco explicó que este camino podría impulsar un diálogo más profundo entre el mundo académico y el de los museo, pues se tomaría consciencia del trabajo de las mujeres; esto fomentaría el quebrar prejuicios históricos para reconocer y valorar el esfuerzo femenino en esta y múltiples corrientes pictóricas en México.

“Cuando iba con mis alumnos a Bellas Artes pensábamos en qué tan fuerte era ver que ahí solo había obra de artistas hombres. Son esas cosas que tienen, de alguna forma, un efecto negativo en las mujeres porque pareciera que, a pesar de que todo está cambiando con más estudiantes en las escuelas de artes y universidad, pareciera que siempre hay un límite y no van a llegar más allá”, detalla,  “justo reconocer la obra a través de la presencia en los museos nos da un mensaje esperanzador que contribuye a la autoestima de las mujeres, tanto en el campo de la historia de arte como en las profesiones en general y a no reproducir esos esquemas limitantes”.

La violencia contra las mujeres, que en su punto más crítico consiste en el feminicidio, para la historiadora de arte siempre ha existido violencia simbólica que involucran el invisibilizar su trabajo.

“En el caso de México es notable; es uno de los países que, a principios del siglo XX y durante todo ese tiempo, ha tenido la mayor cantidad de mujeres artistas destacadas y, si seguimos hojeando algunos de los libros clásicos y contemporáneos sobre la historia del arte, prácticamente no aparecen mujeres o parecen poquitas. Frida Kahlo, Leonora Carrigton, dos o tres, pero no mucho más que eso. Se menciona, pero no se analiza su obra”, puntualiza.

“No basta con agregar nombres, sino que hace falta mirarlos con una perspectiva de género. No es simplemente feminismo, sino lo que nos están contando en sus expresiones plásticas”, afirma, “es notable ver cómo en las obras de las muralistas mujeres suelen aparecer más mujeres como figuras protagónicas que han existido a lo largo de la historia en México, pero que no aparecen en las obras de muralistas hombres”.

La última obra de Rina Lazo, Xibalbá, el inframundo de los mayas (2019) la podrás visitar en esta exposición temporal desde el 27 de abril hasta el 24 de julio de 2022 y será uno de los murales que convivan en el Museo del Palacio de Bellas Artes junto a los hechos por Rivera, Orozco y Siqueiros. Este es el primero hecho por una mujer que ocupará el recinto.