A diario llegan en vehículos tipo panel de donde descienden, acompañados de sus familias y sus sueños, los bajan rápido, no vayan a estarlos cazando, los dejan a su suerte de un lado de la avenida Internacional y del otro las bardas metálicas que dividen México con Estados Unidos.
Desde septiembre fue perceptible un flujo que logra cruzar la primera barda y allí en la tierra, sin agua, ni alimentos, esperan que acudan los vehículos de la Border Patrol y se los lleven.
Hay mujeres, hombres, adolescentes y niños; esperan a veces hasta un día completo, los que saben, dicen “los están escarmentando” para que sufran y cuenten lo qué les ha pasado. Llegan de todas partes: Brasil, Colombia, Ucrania, Honduras y África, se sientan en la tierra y esperan a que lleguen y en inglés les digan (keep waiting) que sigan esperando.
El polvo, el sol, el frío o el calor no importan, la meta es que se los lleven.
Más tarde, llegan los agentes con sus vehículos a recitarles las instrucciones, ellos piensan, no importa “ya estamos en Estados Unidos”. En tanto los agentes piensan “otro grupo que vamos a deportar".
Los automovilistas observan ya como parte de la cotidianidad los grupos humanos sentados en el tierra y los agentes fronterizos vigilando y trasladando a todos